Presentación
A continuación presentamos una iniciativa de la Comisión Derechos Humanos de la FEUU, avalada por la Coordinación de la 20ª Marcha del Silencio, que dio en llamarse “20 marchas/20 afiches.” Nuestra idea es, por un lado, convocar a la 20ª Marcha del Silencio, por otro, contar un pedazo de los últimos 20 años de historia nacional, pero lo más fundamental es, sobre todo, que acompañemos (nosotros, quienes han colaborado con esta campaña y a quiénes les ha llegado) a Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos en su lucha, que es para nosotros un ejemplo y un orgullo.
En esta colección, compuesta por 20 afiches y 20 textos.
Los afiches compuestos a su vez por una foto tomada por fotógrafos/as locales,
de algún suceso o momento de esta historia que consideramos relevante
seleccionar, ya fuera por lo que decía la consigna correspondiente a ese año, o
por el momento particular que la fotografía captaba. Demás está decir que estos
recortes son arbitrarios y nacen de una suma de subjetividades, las nuestras y
las de los/as fotógrafos/as. Es que con cada afiche quisimos decir algo, hacer
una pregunta. La respuestas la dejaremos a criterio de quien lo mire.
El otro elemento de esta campaña son 20 textos, que
acompañan cada uno a cada afiche. La consigna fue simple, pero en su simpleza
encerraba una tremenda profundidad. Queríamos que cada persona que convocáramos
escribiera unos breves párrafos de esta historia. Cada columna llevaría por
título un año y su consigna. Algunos la eligieron, a otros se las dimos. A todos
les pedimos que reflexionaran, o bien sobre la consigna, o bien sobre algo que
había acontecido ese año, si tenían algún recuerdo sobre la marcha, o sobre qué
le despertaban las marchas, con total libertad. Demás está decir que los
contenidos de cada texto son, entonces, responsabilidad de quienes los
escribieron.
Entre las columnas encontrarán puntos de vista diversos,
formados desde diferentes lugares. Convocamos personas de la comunicación, el
periodismo, la política, la academia, el deporte y la cultura. Convocamos a
personas que tienen muchas diferencias políticas entre sí, diferentes
sensibilidades, diferentes trayectorias. Sabemos que para ninguno fue fácil este
ejercicio, pues requería, para ser realizado, dos cosas fundamentales: en primer
lugar, derribar cierto muro de cristal que han puesto sobre Familiares. Esa
sensación de, por no querer meterse en la vida de gente que ha sufrido mucho
lleva a no opinar, o al menos a no exponer las experiencias personales porque
“qué tengo yo para decirle a esta gente…” Como que hay algo innombrable que
frena y aleja, aún desde el compromiso y la convicción.
Por otro lado y más allá de los puntos de vista diversos,
requería estar a la altura de un imperativo ético que atraviesa todo, y creemos
que es compartido por quienes han colaborado con esta campaña: si hay algún
propósito fundamental de una democracia, es que el horror que significó el
Terrorismo de Estado no se repita, y para esto es fundamental trabajar por
Verdad, Memoria y Justicia. Esas son las condiciones (tal vez no suficientes,
pero sí necesarias) del nunca más.
Agradecemos a todas las personas que han colaborado con
esta campaña aportando fotografías, textos, lecturas, contactos o conversaciones
y a la Coordinación por la 20ª Marcha del Silencio. Además queremos agradecer a
la gente de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos por su apertura y su
confianza a la hora de dar el visto bueno a una campaña, que por sus
características, tiene resultados imprevisibles, tanto desde los resultados en
términos de difusión como en el de los contenidos que serán difundidos.
Por último, queremos hacer una aclaración. Somos
conscientes de que estas 20 voces son parciales, que plantean un recorte
particular de la realidad, y que no dan una visión total sobre estos 20 años. No
fue lo que buscamos. Sabemos que hay mucha gente en nuestro país con mucho para
decir sobre esto, y nos gustaría alentarlos a hacerlo. Lo que buscamos es que
hablen, escriban, conversen, pregunten y critiquen. Así, de poco, nos iremos
haciendo dueños de nuestra historia.
1996: Verdad, memoria, nunca más
No puedo
hablar por todos, pero hablo por mí. Yo sé que hay un sitio en el que no corre
el tiempo, en el que no se mueve nada, en el que no vuela una mosca. Es el
sitio que irrumpe cuando desaparece alguien. Cuando entendés que se lo
llevaron, que no está. El mundo sigue andando, pero vos estás ahí, en ese lugar
nuevo. En el lugar que no se mueve. Sólo vos y ese agujero y el tiempo que no pasa.
No es que tengas los ojos en la
nuca. Es que no te podés mover.
Pensar que
se puede seguir adelante sin saber la verdad, sin hacerla pública, sin volverla
de todos, es un dislate. Es como insistir en el perdón. ¿En el perdón de qué?
¿Qué tengo que perdonarle, señor? ¿Podría explicármelo, para que comencemos a
entendernos? ¿Podría contarme qué pasó, y cuándo, y cómo? ¿Podría, de una vez
por todas, decirme dónde? ¿Dónde están? ¿Dónde los puso? Podría empezar por
rendir cuentas, y ya veremos, luego, si hay algo que perdonar. Pero antes,
hable. Diga todo lo que sabe. Diga la verdad. Porque podemos confiar en la justicia, y
hasta podemos ser generosos, pero necesitamos saberlo todo. Así que basta de
vueltas. Ya es tiempo de decir dónde están.
Soledad
Platero Puig.
1997:
QUEREMOS LA VERDAD
Queremos
Igual que la verdad sobre los cuerpos de los desaparecidos, la verdad política que ellos sostenían hoy no parece accesible. No somos capaces de llevar a cabo cambios radicales, no tenemos claro si llevarían a una sociedad mejor y no es evidente como actuar. Desapareciéndolos a ellos, buscaron hacer desaparecer su verdad, y hay quienes preferirían que eso siga así.
Pero ellos aparecen,
y aparecen gracias el trabajo de quienes los buscan presionando, organizando,
convenciendo y marchando.
Gabriel Delacoste.
Vivíamos a media cuadra de la esquina de Guayabo y Jackson. Era la cuarta Marcha del Silencio. La dictadura nos había inyectado el miedo. La democracia tutelada se había encargado de mantener la herida en llaga viva. Por eso mirábamos con respeto pero desde lejos a aquella gente que se iba juntando, en silencio, con el dolor a flor de piel, con sus carteles, con sus consignas mudas.
Las interrogantes me invaden, me asaltan, me persiguen. ¿De dónde salieron, de qué calles, de qué barrios, de qué casas? ¿Sus noches serán serenas o agitadas, tempestuosas, asfixiantes y sin descanso? ¿Creerán que su omertá será infalible y eterna? ¿Qué pasa por sus cabezas? ¿Qué pasaría si quebraran su silencio?
Más de una vez me lo he preguntado. Alguna que otra vez me lo pude imaginar. Cada uno de los destellos que han desgarrado la oscuridad me ofreció una posible visión de cómo sería y los diversos impactos y significados que tendría poder vivir a pleno ese momento. Abrir las rejas, las mordazas, los sótanos, las puertas y las ventana, dejarla salir a la luz del día. Que se pasee de nuevo por las calles contando todas las historias, cantando todas las canciones de las voces acalladas desnudandola
mentira. Puede ser que sea así, pero como no tengo todas las
respuestas, nuevamente me pregunto, ¿cómo sería vivir en una sociedad sin
verdad secuestrada, sin memoria prohibida?
Federico Graña
Hoy escribe el compañero Rodrigo Arocena.
Para que “nunca más” se haga carne en los más jóvenes y podamos garantizar así democracia en nuestra República no hay que olvidar: la sociedad uruguaya, mayoritariamente, no olvida.
Para no olvidar precisamos memoria. La misma memoria, tozuda, persistente, angustiada pero imprescindible, que tantos otros pueblos, además del uruguayo, siguen manteniendo viva respecto de los horrores que les tocó vivir.
Para mantener viva la memoria y conocer bien todo lo que tenemos que evitar para asegurar el “nunca más” necesitamos saber: qué pasó, a quién le pasó, quiénes son responsables de lo que pasó. Necesitamos conocer la verdad, alimento racional de la memoria.
Si conocemos la verdad, tenemos que construir justicia. La justicia dirá lo que dirá, pero el sólo hecho de que pueda hablar liquidará la impunidad, requerirá más verdad allí donde falte y ayudará a mantener la memoria.
Por eso, por un futuro donde podamos estar seguros del “nunca más”, seguiremos recordando, buscando la verdad y reclamando justicia.
Judith Sutz
El 20 de mayo de2005, a veintinueve años
del asesinato de Zelmar
Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, tenía lugar por 18 de julio
la décima marcha del silencio. La multitud silenciosa estaba encabezada por una
pancarta que decía: “Para el pasado: verdad; en el presente: justicia; por
siempre memoria y nunca más”. Unas setenta mil personas ocupaban la principal avenida de la capital,
sin banderas partidarias y bajo un intenso frío.
En mayo de2005, a la luz de los acontecimientos, se
hablaba que esa podría ser la última marcha del silencio. La historia posterior
demostró que no. Demostró que el reclamo de verdad requiere la acción ciudadana
activa, constante, de ocupar el espacio público para luchar por la memoria. El pasado es
un campo de batalla, nunca un espacio donde todo está laudado. El pasado es un
punto desde el que nos comprendemos, aprendemos sobre nosotros, construimos
sentidos a nuestro derrotero y por lo tanto basamos nuestra peripecia. Este
pasado lo reconstruimos de forma constante a través de la dialéctica social de
memorias y olvidos, por lo tanto recordar y buscar la verdad es la única forma
tener un pasado que nos permita lograr la justicia. La
movilización ciudadana por verdad y justicia es una práctica de memoria y un
reclamo constante de nunca más, una demanda participativa para mejorar nuestra
democracia.
Camilo López Burian
Mayo del 2008 llegó con la expectativa de una posible anulación de la mal parida Ley de Caducidad. Para ello se juntaban firmas, obstinadamente, una vez más. Madres y Familiares, como tantas veces, encabezaba el esfuerzo acompañados por un pueblo que sabe que la verdad y la justicia sólo pueden ser conquistadas.
La consigna de la 13a. Marcha del Silencio tomaba forma de reclamo inclaudicable: “exigimos verdad y justicia” y se proyectaba en la poesía de Benedetti: "están en algún sitio, nube o tumba; están en algún sitio, estoy seguro; allá en el sur del alma".
Para quienes somos educadores, sostener la lucha por verdad y justicia es un imperativo existencial. ¿Cómo hablar a las nuevas generaciones de dignidad e igualdad en un país que crece a la sombra de la impunidad? ¿Cómo invitarlos a cambiar el mundo cuando no hemos podido hacer justicia frente a las aberraciones cometidas al amparo del poder del Estado?
Sabemos que sin memoria no hay futuro. Sin conocer de dónde venimos y quiénes nos precedieron no hay posibilidad de proyectarse al futuro. Por ello, transmitir la lucha de quienes sufrieron el horror del terrorismo de Estado es hoy y siempre un deber impostergable. Acompañar todos los esfuerzos para conquistar verdad y justicia, un imperativo.
Obstinados en construir un futuro de justicia que nos vuelva a todos más dignos, confiamos en la tozudez inquebrantable de nuestro pueblo, de sus hijos, sus madres, sus abuelas; así como escribió Benedetti sobreZelmar Michellini en
aquel oscuro mayo de 1976:
Pablo Martinis
2009: ELEGIMOS: VERDAD, JUSTICIA, MEMORIA Y NUNCA MÁS
Muchas veces la gente nos pregunta por qué tanta preocupación por algo que pasó hace tanto tiempo, y tal vez suene a lugar común, pero no por eso es menos cierto: para los familiares, la dictadura, de alguna manera, nunca se terminó. Todas las veces que les dijeron que no, todas las veces que los ningunearon. Si hasta hace poco se decía que en Uruguay no había desaparecidos, si hoy en día los asesinos, como el asesino deJulio
Castro , pueden salir libres así como salen, ¿de qué
democracia me estás hablando? ¿cómo que ya pasó todo, si hay cosas que son tan
parecidas? Detrás de esta preocupación por el rescate de la memoria, de la
verdad, de la justicia, que es ética, que es moral, y tal vez por eso
justamente es política de manera profunda, está la preocupación por un mundo
más justo.
A veces escuchamos, también, ensayos apocalípticos sobre la apatía de la juventud, que ya no nos importa nada y que estamos todos para cualquiera. ¿Y qué me dicen de aquellos que, ya maduros y civilizados, están tan cómodos con esta configuración política? ¿No dicen nada de que el límite de su imaginación política sea tan estrecho? Tal vez la derrota más fundamental que representó el plebiscito del 2009 que se legitimaron ciertos pilares de nuestro sistema político, donde el lugar del Rubicón lo terminó de tomar la ley de caducidad. Cruzarlo desde entonces se convirtió en un sacrilegio, ya que la impunidad quedó laudada, o eso pensaron.
Omiten información incontestable de la realidad: la impunidad está basada en relaciones de poder concretas, que existen, que pueden ser constatadas y que hilan una madeja donde hay militares y civiles de los más diversos ámbitos. También omiten el hecho de que la impunidad sostiene y vuelve legítimos ciertos discursos políticos, que es evidente que si nuestro país se sincerara y tomara responsabilidad por el Terrorismo de Estado dejarían de ser productivos. Si escuchan a las madres, ¿cómo pueden decir que acá hubo una guerra? Permítanme decirles: a esas generaciones ya no les importa nada y están en cualquiera.
La historia no es ni una vitrina, ni una momia, ni una enciclopedia, y también está hecha de nuestras derrotas. En su dinámica y vitalidad, tenemos que obligarnos, aquellos que queremos una sociedad más justa, donde la tragedia de los familiares no pueda ser repetida, a recordar nuestras pequeñas victorias. Sobre todo, no que son victorias, sino por qué lo son. Y a preguntarnos de manera colectiva, sin heroísmos ni mesianismos, cómo es que vamos a hacer para ganar.
Y tal vez era eso lo que quería recordar del 2009. En la foto estánMariana
Zaffaroni y Matía Esther Gatti , acompañadas de familia y amigas.
Mariana abre un regalo, encantada, bajo la mirada atenta de su abuela. A mis
compañeros y a mí nos tocó contar esa historia durante ese 2009. Contamos la
búsqueda, la lucha y lo imposible que parecía el reencuentro. Todavía recuerdo
mi emoción cuando me enteré de que ese reencuentro pasaría. Se sintió como una
victoria. Por eso me gusta esa foto. Es como si se hubiera suspendido el
terrorismo de estado, aunque sea por un momento.
Que nadie se confunda. El recuerdo de las traiciones, de los dirigentes que faltaron cuando había que estar pero no dudaron en el futuro cuando les tocó aparecer en la foto, de cómo disfrutaron cuando nos enseñaron qué era un derrota, cómo era que nos derrotaban está bien presente, pero a ellos, que son tan poca cosa, los va a acomodar la historia.
La verdad, la memoria, la justicia y el nunca más requieren de transformaciones sustantivas de nuestra sociedad. Elijo tomar este testimonio de la alegría frente al horror como un recordatorio: podemos juntarnos para volver el tiempo adelante.
3
1998: La Verdad nos hará libres
20 Mayos
"...es un pedazo del alma, que se arranca sin piedad."
Danza de nombres en el aire,
pasos pensativos en la calle.
Calla la vereda, horas de nadie.
Mi rostro en el rostro de alguien.
¿Dónde están? ¿Quiénes somos?
Vecinos del barrio al Sur del tiempo.
Esquinas donde dobla la falta.
Banderas con tus ojos al viento.
La urgencia en los muros de siempre.
Pregunto por las canas del presente.
Arrugas como grietas en la frente.
¿Qué hacer con éstas lejanas ganas de verte?
Madres no paran, paren.
Abuelas no se van, sólo siguen.
Gurises viejos en silencio dicen,
que sólo la verdad nos hará libres.
Agustín Lucas.
4
1999: ¿Qué le falta a nuestra democracia? ¡Verdad!
Era el año de las terceras elecciones. Poco había durado la primavera democrática. Mucho dolía aún la noche negra de la impunidad y la derrota del voto verde.
La democracia necesitaba verdad, pero las urnas le dieron la victoria a los ocultadores de la verdad. Y siguieron pasando veintes de mayo, y nuestros hijos crecieron, y el país siguió enfermo de impunidad.
Y después hubo Comisión para la Paz y los militares mintieron a cara de perro. Y llegó el día en que no se pudo decir más que no había desaparecidos, porque aparecieron sus huesos o aparecieron sus hijos.
Y la historia se siguió escribiendo, con congresos partidarios y agachadas. Y la gente quiso un plebiscito y lo sacó contra viento y marea, y los gobernantes lo ningunearon.
Y siguieron pasando veintes de mayo. Y los profesionales de la mentira siguieron predicando desde los más diversos púlpitos, y cuando el parlamento quiso votar algo, alguien dijo que no y fue no.
Así pues, hoy es 20 de Mayo. Y seguimos marchando en silencio. Y seguiremos marchando en silencio, todos los 20 de mayo, y pasará la antorcha de mano en mano, de generación en generación. Y los hijos y los nietos recuperados traerán a sus hijos y a sus nietos. Porque pasaron veinte años, veinte mayos, y habrá verdad y justicia o no la habrá, pero nadie nos quitará el derecho a resistir.
Eduardo Pérez Vázquez
5
2000: ¿Donde están? La verdad es posible y necesaria.
El 20 de mayo del año 2000 marchaban por quinta vez. El 20 de mayo del año 2000 festejaba mi cumpleaños número 15 y no tenía la menor idea de lo que ocurría en Rivera y Jackson, a 100 km de donde me encontraba. Y ustedes pensarán ¿qué tiene tiene para decir alguien sobre una marcha en la que no solo no estuvo, sino que tampoco registra?
Les puedo decir que nací con la democracia, como decía un spot reciente, o con la tuerta transición sanguinettista. Nací un 20 de mayo y nadie me contó que fue el mismo día en que asesinaron a Michellini, Gutierrez Ruiz, Barredo y Whitelaw. No me lo contó mi familia, no me lo contó la maestra, no me lo contó ningún vecino, no me lo contaron mis profes. De eso no se habla, eso no sale en la tele.
Y el año 2000 para mis 15 años fue el año donde se pronosticaba por allá el fin del mundo, por allí que las computadoras iban a dejar de funcionar. Fue un año donde escaseaba de todo, la cosa venía fea desde hacia un par de años y se pondría peor. Que injusticia este comienzo de siglo. Que injusticia no saber.
Por injusticias similares de un sistema económico capitalista que dejaba -y deja- a tantos abajo de la mesa es que lucharon muchos que ya no están. Injusto es que no sepamos dónde los dejaron. Injusto era, es y seguirá siendo que en nuestro propio país los jóvenes no sepan que pasó. Que no sepamos qué LES pasó: ¿quiénes fueron, cómo fue, dónde están?
Mucho después me vengo a enterar por la historia que en ese año 2000, el presidente Batlle instaló la Comisión para La Paz que pretendía una solución definitiva al tema de los desaparecidos. Cinco años después fui testigo de que Tabaré Vázquez no había aprendido nada de puntos finales fallidos, queriendo instalar su Día del Nunca Más.
Mucho después me vengo a enterar por la historia que en ese año 2000, el incansable Juan Gelman y Macarena por fin se encontraban; arrojándonos a la cara un nuevo capítulo de la injusticia: la de la apropiación de niños. No era un delirio, no estaban tan locas esas viejas. La historia de Macarena nos devolvió un poco de dignidad, en aquel momento y luego en 2011 también, cuando la Sentencia de la Corte Interamericana de DDHH para su caso, obligó al Estado a continuar la búsqueda.
¿Dónde están? La verdad es posible y necesaria. A 20 años de preguntar marchando seguimos sin saber y reclamando la necesidad y posibilidad de la verdad. Necesario: para los familiares, para la sociedad toda, para que no se repita. Posible: en la medida en que quienes lo saben siguen ahí: se toman el ómnibus, pasean al perro, son nuestros médicos, nuestros gobernantes, o descansan impunemente en Domingo Arena, el oásis del sistema carcelario uruguayo que amablemente les construimos a quienes siguen teniendo la verdad secuestrada.
Manuela Abrahan
6
2001: Sin verdad secuestrada,
sin memoria prohibida
Las interrogantes me invaden, me asaltan, me persiguen. ¿De dónde salieron, de qué calles, de qué barrios, de qué casas? ¿Sus noches serán serenas o agitadas, tempestuosas, asfixiantes y sin descanso? ¿Creerán que su omertá será infalible y eterna? ¿Qué pasa por sus cabezas? ¿Qué pasaría si quebraran su silencio?
Más de una vez me lo he preguntado. Alguna que otra vez me lo pude imaginar. Cada uno de los destellos que han desgarrado la oscuridad me ofreció una posible visión de cómo sería y los diversos impactos y significados que tendría poder vivir a pleno ese momento. Abrir las rejas, las mordazas, los sótanos, las puertas y las ventana, dejarla salir a la luz del día. Que se pasee de nuevo por las calles contando todas las historias, cantando todas las canciones de las voces acalladas desnudando
Federico Graña
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2002: Sin ocultamientos ni amenazas: Verdad , Memoria y Nunca Más.
En 2002 Uruguay vivió una terrible crisis; muchos compatriotas afrontaban la desocupación, la miseria, incluso el hambre. Aún en esa hora oscura la gente siguió trabajando para asegurar un futuro sin tiranía ni temor, con verdad y libertad.
El 20 de mayo de 2002 una multitud acudió a manifestar con la consigna SIN OCULTAMIENTOS NI AMENAZAS: VERDAD, MEMORIA Y NUNCA MÁS.
Conocer lo peor del pasado nos ayudará a evitar que se repita: no aceptemos que ni un solo crimen de la dictadura quede cubierto por el olvido.
En este 20 de mayo reafirmemos nuestro compromiso con los Derechos Humanos de todos y todas, en Uruguay y en todo el mundo, hoy y siempre.
R.A.
8
2003: ¿Dónde están? Hoy más que nunca, nunca más.
No fue posible imaginar un escenario peor. Aquel 2003 nos dejó las consecuencias de una crisis socioeconómica sin precedentes, y miles de uruguayos y uruguayas vieron socavados sus derechos más básicos. Al menos en aquel 2003 intuimos que la caída libre se había detenido, y comenzaba el lento tiempo de la reconstrucción. También sabíamos que los avances de la Comisión para la Paz no darían más de sí, y que había que seguir esperando.
La violencia institucional, la emergencia humanitaria en las cárceles, la criminalización de la pobreza, la instalación de pautas culturales inspiradas en la impunidad, el desprecio, la humillación, entre otras, fueron la cosecha de una democracia que no supo trascender el tiempo de la dictadura. La violencia y el delito en el Uruguay contemporáneo son consecuencia directa del autoritarismo y las formas políticas y culturales de conciliarse con los poderes fácticos.
No hubo dos demonios, ni el problema terminará cuando sus protagonistas mueran. Hubo complicidades, silencios, omisiones, pactos mafiosos, claudicaciones y cobardías. Y el problema comenzará a superarse -si es que se supera alguna vez- cuando nuestros desaparecidos nos ayuden a exorcizar cada huella de barbarie que se imprime entre nosotros.
Rafael Paternain
9
2004: VERDAD,
JUSTICIA, MEMORIA Y NUNCA MÁS
Para que “nunca más” se haga carne en los más jóvenes y podamos garantizar así democracia en nuestra República no hay que olvidar: la sociedad uruguaya, mayoritariamente, no olvida.
Para no olvidar precisamos memoria. La misma memoria, tozuda, persistente, angustiada pero imprescindible, que tantos otros pueblos, además del uruguayo, siguen manteniendo viva respecto de los horrores que les tocó vivir.
Para mantener viva la memoria y conocer bien todo lo que tenemos que evitar para asegurar el “nunca más” necesitamos saber: qué pasó, a quién le pasó, quiénes son responsables de lo que pasó. Necesitamos conocer la verdad, alimento racional de la memoria.
Si conocemos la verdad, tenemos que construir justicia. La justicia dirá lo que dirá, pero el sólo hecho de que pueda hablar liquidará la impunidad, requerirá más verdad allí donde falte y ayudará a mantener la memoria.
Por eso, por un futuro donde podamos estar seguros del “nunca más”, seguiremos recordando, buscando la verdad y reclamando justicia.
Judith Sutz
10
2005: PARA EL PASADO: VERDAD; EN EL PRSENTE:
JUSTICIA; POR SIEMPRE MEMORIA Y NUNCA MÁS
El 20 de mayo de
El 17 de mayo de ese mismo año eran procesados con prisión
por el delito de homicidio especialmente agravado, el exdictador Juan María Bordaberry
y su excanciller Juan
Carlos Blanco. El homicidio de Michelini y Gutiérrez Ruiz,
ocurrido en Buenos Aires el 20 de mayo de 1976, fue encuadrado dentro del “Plan
Cóndor”, con el cual los gobiernos dictatoriales buscaron eliminar a sus
opositores.
En mayo de
Camilo López Burian
11
2006: BASTA YA DE IMPUNIDAD, JUSTICIA PARA LOS CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD
Primero un poco de contexto. Fue la primera marcha después de la aparición de los restos de Ubagesner Chaves Sosa y de Fernando Miranda. El cuerpo de Chaves Sosa lo habían encontrado el 29 de noviembre de 2005 en una chacra cercana a Pando y el del Miranda tres días después, el 2 de diciembre, en el Batallón Nº13.
Los resultados de las pruebas de ADN se conocieron en los primeros meses del año y el 20 de mayo de 2006 las fotos con sus rostros en los carteles permanecieron en el lugar de siempre, a pocos metros de la consigna: “Basta ya de impunidad, justicia para los crímenes de lesa humanidad”.
Por esos días, además, el PIT-CNT y otras organizaciones sociales habían iniciado una nueva campaña para anular la Ley de Caducidad; mientras que en la interna del Frente Amplio comenzaba el debate sobre la conveniencia de tomar ese camino de la iniciativa popular. Además, después de las las confesiones de la Fuerza Aérea Uruguaya, aumentaban las demandas para saber qué había pasado con los 22 uruguayos torturados en Automotores Orletti y trasladados a Montevideo en el “segundo vuelo” de 1976.
El de 2006 también fue el primer 20 de mayo que cubrimos en la diaria. La crónica salió el lunes 22, en página 2 y con el título “Un silencio apenas roto”. Abajo, en un recuadro, publicamos los testimonios de seis jóvenes que habían ido a la movilización del sábado.
Nueve años después, me llama la atención lo que decía ese día un tal Francisco, de 22 años: “Venimos a la marcha para saber qué pasó, para que se haga justicia por los hechos y para que aparezcan los responsables. Es un reconocimiento a los que dieron la vida por lo que pensaban”.
Leo esas dos oraciones y pienso dos cosas. La primera es que el tiempo corre para todos y que Francisco ya tiene 31 años. ¿Qué habrá hecho en todo este tiempo? Quizás fue a todas las Marchas del Silencio y hasta vaya a la próxima. O dejó de ir, por algún motivo. Tal vez se recibió, se casó y tuvo hijos, o en una de esas todo lo contrario. No tenemos forma de saberlo.
Pero hay algo que sí sabemos: nueve años después, Francisco sigue viviendo en un país que no avanzó lo suficiente en la búsqueda de la verdad y que no juzgó todos los crímenes de lesa humanidad de la última dictadura militar.
La segunda tiene que ver con el papel de las víctimas. ¿En qué tipo de reconocimiento estaría pensando Francisco? Tampoco podemos saberlo, pero el desafío de trazar una hipótesis puede ser interesante. Quizá las generaciones que se han formado políticamente junto a las marchas del 20 de mayo -además de otras militancias en la lucha contra la impunidad- estén reclamando conocer más qué había detrás de esos rostros que vemos todos los años en las pancartas y qué otras cosas los unían, más allá de un destino trágico. Puede resultar obvio pero no es trivial: la mayoría eran militantes sociales y políticos que optaron por ser protagonistas de su tiempo. Es cierto que hoy son la consigna, pero también tenían distintas consignas y las defendían con pasión. Fue una generación que estaba dispuesta a entregar mucho, incluso su juventud, para transformar una realidad que consideraban injusta. Querían cambiar el mundo, ni más ni menos, y eso tampoco hay que olvidarlo si realmente queremos hacerles justicia.
Lucas Silva
12
2007: ¿DÓNDE ESTÁN? LA VERDAD SIGUE SECUESTRADA. NUNCA MÁS TERRORISMO DE ESTADO.
Los señores de la foto están muy serios. Saludan con gesto militar al Presidente de la República. Están convocados bajo la consigna “Nunca más hermanos contra hermanos”. Seguramente, por dentro, más de uno debía sonreir.
***
Antes que este, otros presidentes quisieron imponernos su visión: Sanguinetti llegó a decir que en Uruguay no se había secuestrado a ningún niño; Lacalle nunca recibió a los familiares, y no hace mucho calculó que los desaparecidos “serían media docena;” Batlle y su Comisión para la Paz fabularon la Operación Zanahoria y los huesos de Julio Castro demostraron lo contrario.
En el comienzo de la era progresista, Vázquez propuso un cambio discursivo complicado. Propuso leer el Terrorismo de Estado como un enfrentamiento entre pares. ¿Entre pares?
Años después, renace la teoría de los dos demonios. Alegando legitimidad de combatientes, Mujica y sus allegados predicen que la solución sólo llegará con la muerte los directamente involucrados; que tal militar era solo un perejil; que a tal otra jueza convendría castigarla por ir a una marcha; que tal ONG son imbéciles y medios nazis. En fin.
***
Por mi parte, tengo 27 años.
Tengo más vida por delante que años de silencio sepultado en la suprema impunidad. Y en cambio vivo y duelo los secretos de la vergüenza, de la deshumanidad. En cambio, a mis 27 años, ya sé algunas cosas que no quiero para mi vida.
No quiero una vida domesticada, no quiero aceptar lo inaceptable, no quiero verme cargando con las consecuencias de los discursos conservadores y las muletas de los viejos carcamanes. No quiero un Estado que torture, viole, secuestre, robe, desaparezca, encarcele, aterrorice. Ni ayer, ni hoy, ni mañana.
Yo ya no quiero, yo necesito que esto cambie. Necesito saber. Necesito que nos digan qué pasó. Necesito que nos digan dónde están. Necesito investigaciones profundas y rigurosas. Necesito una Justicia en la cual creer. Necesito la oportunidad de construir un futuro con memoria y justicia, sin que nos impongan un perdón o un dar vuelta la página.
Martín Peralta
2008: EXIGIMOS VERDAD Y JUSTICIA
Mayo del 2008 llegó con la expectativa de una posible anulación de la mal parida Ley de Caducidad. Para ello se juntaban firmas, obstinadamente, una vez más. Madres y Familiares, como tantas veces, encabezaba el esfuerzo acompañados por un pueblo que sabe que la verdad y la justicia sólo pueden ser conquistadas.
La consigna de la 13a. Marcha del Silencio tomaba forma de reclamo inclaudicable: “exigimos verdad y justicia” y se proyectaba en la poesía de Benedetti: "están en algún sitio, nube o tumba; están en algún sitio, estoy seguro; allá en el sur del alma".
Para quienes somos educadores, sostener la lucha por verdad y justicia es un imperativo existencial. ¿Cómo hablar a las nuevas generaciones de dignidad e igualdad en un país que crece a la sombra de la impunidad? ¿Cómo invitarlos a cambiar el mundo cuando no hemos podido hacer justicia frente a las aberraciones cometidas al amparo del poder del Estado?
Sabemos que sin memoria no hay futuro. Sin conocer de dónde venimos y quiénes nos precedieron no hay posibilidad de proyectarse al futuro. Por ello, transmitir la lucha de quienes sufrieron el horror del terrorismo de Estado es hoy y siempre un deber impostergable. Acompañar todos los esfuerzos para conquistar verdad y justicia, un imperativo.
Obstinados en construir un futuro de justicia que nos vuelva a todos más dignos, confiamos en la tozudez inquebrantable de nuestro pueblo, de sus hijos, sus madres, sus abuelas; así como escribió Benedetti sobre
"su confianza era casi indestructible
llevaba la alegría siempre ilesa
de la gente que cumple con la gente"
Pablo Martinis
14
2009: ELEGIMOS: VERDAD, JUSTICIA, MEMORIA Y NUNCA MÁS
Muchas veces la gente nos pregunta por qué tanta preocupación por algo que pasó hace tanto tiempo, y tal vez suene a lugar común, pero no por eso es menos cierto: para los familiares, la dictadura, de alguna manera, nunca se terminó. Todas las veces que les dijeron que no, todas las veces que los ningunearon. Si hasta hace poco se decía que en Uruguay no había desaparecidos, si hoy en día los asesinos, como el asesino de
A veces escuchamos, también, ensayos apocalípticos sobre la apatía de la juventud, que ya no nos importa nada y que estamos todos para cualquiera. ¿Y qué me dicen de aquellos que, ya maduros y civilizados, están tan cómodos con esta configuración política? ¿No dicen nada de que el límite de su imaginación política sea tan estrecho? Tal vez la derrota más fundamental que representó el plebiscito del 2009 que se legitimaron ciertos pilares de nuestro sistema político, donde el lugar del Rubicón lo terminó de tomar la ley de caducidad. Cruzarlo desde entonces se convirtió en un sacrilegio, ya que la impunidad quedó laudada, o eso pensaron.
Omiten información incontestable de la realidad: la impunidad está basada en relaciones de poder concretas, que existen, que pueden ser constatadas y que hilan una madeja donde hay militares y civiles de los más diversos ámbitos. También omiten el hecho de que la impunidad sostiene y vuelve legítimos ciertos discursos políticos, que es evidente que si nuestro país se sincerara y tomara responsabilidad por el Terrorismo de Estado dejarían de ser productivos. Si escuchan a las madres, ¿cómo pueden decir que acá hubo una guerra? Permítanme decirles: a esas generaciones ya no les importa nada y están en cualquiera.
La historia no es ni una vitrina, ni una momia, ni una enciclopedia, y también está hecha de nuestras derrotas. En su dinámica y vitalidad, tenemos que obligarnos, aquellos que queremos una sociedad más justa, donde la tragedia de los familiares no pueda ser repetida, a recordar nuestras pequeñas victorias. Sobre todo, no que son victorias, sino por qué lo son. Y a preguntarnos de manera colectiva, sin heroísmos ni mesianismos, cómo es que vamos a hacer para ganar.
Y tal vez era eso lo que quería recordar del 2009. En la foto están
Que nadie se confunda. El recuerdo de las traiciones, de los dirigentes que faltaron cuando había que estar pero no dudaron en el futuro cuando les tocó aparecer en la foto, de cómo disfrutaron cuando nos enseñaron qué era un derrota, cómo era que nos derrotaban está bien presente, pero a ellos, que son tan poca cosa, los va a acomodar la historia.
La verdad, la memoria, la justicia y el nunca más requieren de transformaciones sustantivas de nuestra sociedad. Elijo tomar este testimonio de la alegría frente al horror como un recordatorio: podemos juntarnos para volver el tiempo adelante.
Diego León Pérez
Unos meses antes nos habíamos convocado bajo la consigna “El último 20 con ley de impunidad”. Sin embargo, ahí nos encontrábamos, nuevamente, marchando nuevamente con esa maldita ley que no pudimos anular. Fue muy duro poder encarar aquella marcha, tener que enfrentarnos a las fotografías de los desaparecidos y a sus familiares, fue un sentimiento extraño, de responsabilidad, de culpa, de no haber podido. Fue muy fuerte la bronca y la impotencia que provocaron determinadas presencias que unos meses atrás eran ausencias significativas.
La desazón y la impotencia se cristalizó en aquel silencio abrumador, uno de los más impactantes de todos los 20 de mayo, un silencio que me conmovió como nunca, hijo del dolor, de la rabia, de las esperanzas depositadas, hijo de una generación que daba su primera gran batalla política. Una generación que se entregó de forma generosa, motivada por la necesidad básica de hacer justicia, sin que mediara los cálculos de la política banal, una militancia que nacía de las entrañas mismas de cada uno de nosotros. Una generación huérfana en términos políticos, y que la lucha por verdad y justicia confirmó esa orfandad.
Aquel 20 de mayo fue muy significativo, porque si bien el dolor estaba presente, no lograron derrotarnos, no nos ganó la confusión yla
resignación. A lo largo de la marcha íbamos reconociendo
rostros de compañeros y compañeras con los cuales habíamos compartido jornadas
de pintada, volanteada, talleres, etc. Fuimos conociendo y reconociendo que hay
una juventud que no claudica, que no se entrega, que no se preocupa por la
portada del lunes, porque su convicción es profunda y sincera, porque las
injusticias que sufrimos las y los de abajo las siente en la piel. Ese 20 de mayo me
confirmó que a pesar de los golpes y de los errores propios, hay una nueva
generación de izquierda que está dispuesta a dar la pelea y tiene la vocación
de ser protagonista en la construcción de su propio destino.
Mariana Licandro
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Este 20 de mayo se cumplen veinte años de marchar exigiendo por nuestro derecho fundamental a saber la verdad y acceder ala Justicia. Y
digo NUESTRO, porque es de todos. No sólo debemos acompañar a esas entrañables
madres y familiares que tanto nos han enseñado a luchar, también debemos
comprender que sin la verdad es imposible construir
una sociedad más justa, democrática y libre. Basta con observar algunos hechos
y sucesos en plena democracia para concluir que la justicia es la única
garantía de que el horror NO se vuelva a repetir.
¿Por qué la responsabilidad es del Estado? Porque fue a través de este aparato -junto a civiles colaboradores- que se perpetraron los crímenes más aberrantes contra la sociedad toda. Y es quien tiene que asumir, en primer lugar, la autoría de estos crímenes y en consecuencia dar respuestas ante el cumplimiento de nuestros derechos como ciudadanos. Son muchos los gobiernos que han pasado desde la restauración democrática a esta parte y los avances han sido muy magros, todos ellos responsables por la inexistencia de una política estatal en materia de nuestro pasado reciente.
En particular y desde lo personal, a partir del 2005 crecieron las expectativas de que el rumbo de la lucha contra la impunidad cambiaría, por una definición ética y de coherencia ante todo. Sin embargo y hasta ahora, los avances han sido escasos, en ocasiones rozando lo vergonzante.
Fueron muchos, demasiados/as, los compañeros y compañeras que dieron absolutamente todo –hasta su vida- para que nosotros tuviéramos una sociedad mejor en la que vivir. Y es por ellos y por las generaciones venideras que seguiremos recordándolos, levantando sus banderas y exigiéndole al Estado que asuma su responsabilidad a través de la construcción de una política que rompa las murallas de la impunidad de ayer y de hoy.
Verdad, memoria, justicia y nunca más terrorismo de Estado.
Mariana Mosteiro
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El puro paso del tiempo no restaña las heridas.
Si no nos alcanza con nuestra propia convicción, tenemos a mano varias experiencias en las que ocultar, posponer, o diluir la búsqueda de la verdad, solo les ha supuesto postergar un deber colectivo.
Pero además, esa solución a puro tiempo, es mentirosa porque los involucrados fuimos y seremos todos, aún sin haber estado allí, de haber sido parte de ese tiempo y lugar concretos, tiene que ver incluso, con quienes por decisión u omisión sienten que el tema de los derechos humanos nada tiene que ver con sus vidas. Se trata de una biografía colectiva de la que todos y todas somos parte y nadie es dueño. Y es por eso, que nadie - incluso quienes se creen en pleno derecho y con autoridad moral para hacerlo- puede decretar cuando se cierra este capitulo de nuestra historia. El país tiene su obra más importante, material y simbólicamente, inconclusa. No hay crecimiento económico ni logros en la erradicación de la pobreza que nos puedan distraer de ese deber. Allí se juegan nuestras convicciones sustantivas, ahí se encarna nuestra radicalidad.
Esta deuda debe transformarse en un imperativo moral, parte de nuestra paideia y sustento de la pedagogía política a la que no debemos renunciar, porque así como el tiempo a secas no repone, tampoco mejora las versiones de nosotros mismos. Nada sustituye la reflexión ni la acción intencionada y de eso nos tenemos que hacer cargo para que la fantasía del tiempo no nos arrebate la memoria, de otra manera el paso del tiempo lejos de ser nuestra salvación, será nuestro mayor verdugo.
Angélica Vitale Parra
Todos los 20 de mayo, en la marcha, hace frío. Y hay otra sensación inevitable: la incomodidad a la hora de desconcentrarse. Luego de marchar en silencio por 18 de Julio, escuchar los nombres de los desaparecidos y cantar el Himno Nacional, en ese momento en que ya no queda ninguna actividad prevista pero aún persisten varios miles de personas en la calle, uno siente la incomodidad de querer hacer algo más, aunque no sepa exactamente qué. Hasta que, finalmente, uno se va.
2013 fue distinto. No por el frío, que también hizo mucho, sino porque la gente estaba muy poco dispuesta a irse rápidamente. Los miles que estábamos en la marcha queríamos encontrar alguna forma de manifestación adicional al silencio. Una forma de expresión, en el mejor de los casos; de catarsis, en el peor. Porque no había sido un año cualquiera.
En 2013, en el cuadragésimo aniversario del golpe que comenzó la dictadura cívico-militar y el vigésimo aniversario del acto del Obelisco, una sucesión de hechos dio la sensación de que no se avanzaba en la erosión dela
impunidad. Peor : dio la sensación de estar retrocediendo. La jueza Mariana Mota ,
que se había destacado en causas contra militares y civiles sospechosos de
crímenes durante la dictadura, había recibido un llamado telefónico de la Suprema Corte de
Justicia para comunicarle el traslado de la órbita penal a la civil. Una semana
después, la misma Corte
declaraba inconstitucionales algunos artículos de la ley interpretativa de la
Ley de Caducidad, obligando a archivar causas judiciales abiertas en el
entendido de que los delitos habían prescrito. Para colmo, una protesta dentro
de la Suprema Corte
terminaría, meses después, con el procesamiento de siete manifestantes.
Esos primeros meses de 2013, la prensa estuvo cubierta de discusiones en torno al traslado de jueces, la no retroactividad de la ley penal y el Derecho Constitucional, pero los que no somos expertos en leyes no podíamos evitar olfatear otra cosa. El contexto político de las decisiones jurídicas. La eficacia de los protectores de la impunidad.
A cuarenta años del golpe, con casi una década de gobierno de izquierda, el contexto obligaba a pararse en un lugar desagradable.
Toda esa carga estaba presente cuando, al terminar la marcha, varios se dirigieron a las vallas que protegíanla Suprema Corte de
Justicia. Cacerolearon, insultaron, mostraron carteles. Recuerdo haberme
quedarme parado, mirando el edificio y la gente, sin ganas de contribuir a lo
que de todos modos pasaría al día siguiente (los titulares que desenfocaron la
protesta para iluminar la anécdota puntual: “disturbios de radicales rompen el
silencio de la marcha por desaparecidos”). Pero con menos ganas aún de irme a
mi casa.
Además de frío, a esa altura lloviznaba. La incomodidad se había ido, sustituida por dos sensaciones diferentes. La tensión de la protesta catártica y la tristeza por todo lo quela motivaba. La consigna
de esa marcha se preguntaba “¿quiénes son los responsables?” y no había forma
de esconderse a uno mismo que esa lista incluía muchas más personas que los
militares. Por ese motivo, entre tantos otros, la marcha estaría allí al año
siguiente.
Ignacio Pardo
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Llueve, esa lluvia finita, molesta. Llueve el 20 de mayo de 2014 mientras miles de uruguayos testarudos nos sumamos a marchar un año más. Llueve y ahí está Luisa caminando.
Se les permitió todo a los criminales de lesa humanidad. 30 años de cultura de impunidad. Una ley vergonzosa. El invento de una guerra inexistente que insistiendo en dos demonios intentó negar el terrorismo de Estado. Comisiones ¿para qué paz? La respuesta es la omertá, el deshonor del silencio.
Llueve y ahí está Luisa caminando.
¿Dónde están?
Hay que dar vuelta la página y mirar al futuro.
¿Por qué el silencio?
Tienen ojos enla nuca. Lo único que
quieren es venganza.
¿Dónde están?
Con la Ley la justicia puede investigar.
¿Por qué el silencio?
¿Dónde están?
Acá no hubo niños robados ni desaparecidos le dicen a Gelman que encuentra a Macarena.
¿Por qué el silencio?
Los huesos de los poquitos encontrados rompen el silencio, vuelven a hablar. La bota del maestroJulio Castro conmueve a la
sociedad.
Se larga fuertela lluvia. Como
hormiguitas, dejando camino de pasos mojados. Las gargantas dicen “presente”
ante cada nombre. Porque ellos son y con ellos somos. Nadie se va. Ya llega la
cabecera de la marcha a la
Plaza Libertad.
Llueve y ahí está Luisa, caminando. ¿Dónde están? ¿Por qué el silencio?
Alejandra Casablanca .
Para la consigna del 2015, tenemos más de un afiche. A lo
largo del día estaremos subiendo varias versiones del afiche número 20.
"Fecundidad de la memoria"
Desde hace muchos años estas fechas nos recuerdan -una vez más- el horror de la dictadura, y el ejercicio de la seudo omnipotencia de algunos militares y civiles cómplices. Las consecuencias fueron la dolorosa experiencia del silencio de nuestro pueblo, y el terror instaurado con compañeros desaparecidos, encarcelados, exiliados.
Sin embargo podemos abrigar dos certezas. Los sufrimientos del pasado no serán olvidados ni justificados. La segunda certeza es que ningún gobierno podrá lograr el olvido de los pueblos. Pueden pasar generaciones pero la memoria está, permanece. No hace falta citar distintos procesos históricos para sentir la existencia permanentemente presente de la imposibilidad del olvido.
La memoria, como la mnemósine del mito, es prolífica. Tiene la virtud de engendrar abundantes realidades. Condición necesaria para cualquier cultura. Ninguna identidad humana sería posible sin memoria. Nada le es ajeno, pese a que con frecuencia retiene con formas distintas un mismo acontecimiento.
Por eso, también, las formas del dolor son distintas. Esto hace necesario restablecer la historia del sufrimiento. Vivir en la incertidumbre prolonga dos sensaciones similares: la ignorancia, el no saber; y la impotencia, ser incapaz de influir en cambios de rumbo. Debemos abrigar la esperanza que el miedo “oficial” al servicio del poder estatal haya quedado en el pasado.
Para ello debemos advertir un vez más que no sólo el futuro sino también el pasado se ve como una fuerza, y no como una carga que el hombre debe sobrellevar y de cuyo peso muerto el ser humano debe liberarse en su marcha hacia el futuro. Además es este pasado el que en vez de llevarnos hacia atrás nos impulsa hacia adelante, y es el futuro el que nos lleva hacia el pasado. El tiempo no es un continuo porque está partido por la mitad, en el punto donde “el” se yergue; y “su” punto de mira no es el presente, sino más bien una brecha en el tiempo al que “su” lucha constante, “su” definición de una postura frente al pasado y al futuro otorga existencia.
Sabemos el duro camino que significa muchas veces lograr a través del artificio deformar y en cierto sentido empobrecer, simplificar la realidad que se describe, para en base a esas deformaciones y simplificaciones, negar la realidad y consecuentemente negar el pasado. Siempre debemos recordar: la memoria es frágil y a la vez definitiva.
Por eso los jóvenes, los adolescentes y los niños y los mayores marcharemos enla
20 Marcha del Silencio, juntos, con abuelas y madres. A la
vez su porfiada presencia ha permitido la liberación de los pueblos y ha
sostenido la dignidad entre las personas.
Dra.Susana Mallo
20.1
"Por el tiempo"
Como tantos, crecí en una casa donde ciertos hechos, que eran noticia susurrada, se sabían. Teniendo clarísimo que no podía comentar nada de lo que oía, a nadie, jamás. Y sospechando que había otras cosas que ni siquiera escuchaba. Y oyendo a otros (que sí podían hablar, y vaya si lo hacían) decir que todo eso era mentira, y que los militares sólo habían venido a poner un poco de orden. Día tras día, semana tras semana y toda la vida, escuchándolos, sin poder siquiera dibujar con la imaginación un gesto de disenso.
Muchos crecimos con la fantasía difusa de que algún día moriríamos luchando contra un régimen que se nos antojaba eterno. Bueno, no morí, pero otros, antes y después, sí. Porque eran peligrosos, o porque a alguien no le gustaban sus caras o sus apellidos, o por nada. En esas épocas era todo blanco o negro; no había sutilezas como ahora, en que todo, de tan colorido, resulta bastante igual.
La marcha atraviesa las décadas y nos recuerda que el tiempo es una ilusión; que pasa, pero no desaparece, aunque las personas sí lo hagan. La marcha es un viaje por el tiempo. Y por el silencio; un silencio que hay que irse bien lejos para no escucharlo, porque en medio de tanto ruido bobo, ese silencio te mira. Y personalmente -aclaro- lo vivo como un acto de desprecio infinito hacia todos aquellos venenosos charlatanes, los que hablaban porque podían, y hoy callan, porque pueden.
Guillermo Lamolle
En la exclamación que preside la marcha de 2015 leo una exigencia y la expresión de un hartazgo. Basta de refugios amurallados donde los torturadores viven sus últimos días sin rendir cuentas. Basta ya de un país adaptado a la injusticia yla desmemoria. Que
los que tienen la obligación de investigar lo hagan sin excusas ni discursos
oportunistas. Y que los tribunales, juzguen. Que no pierdan más tiempo del que
ya se ha perdido, porque la demora transforma la justicia en una burla.
Decir nunca más es una oración laica vacía, rutinaria, una mera gestualidad burocrática, si no se edifica sobre la verdad, la justicia y la reparación plenas. En 1946 Robert Jackson, uno de los fiscales del tribunal de Nuremberg, decía que si se aceptara el argumento de la obediencia debida que esgrimían los genocidas en su defensa, nadie sería responsable de las atrocidades cometidas por el estado.
Inmune a décadas de reflexión sobre la ilegitimidad de obedecer órdenes inmorales,la Suprema Corte de Justicia acaba de convalidar el
vil argumento de los nazis, al exonerar de responsabilidad al secuestrador del
maestro Julio Castro.
Enfrentando los silencios criminales y las complicidades institucionales, junto a las madres y los familiares de detenidos desaparecidos, marchamos este año 2015 en rebelde procesión de ciudadanos hartos de tanta infamia.
Pablo Chargoñía
"Desaparecieron la Navidad"
Extracto del libro EL DERECHO y EL REVÉS, Letraeñe Ediciones.
Era el año 1976, un 23 de diciembre, casi Navidad. Diego, Marianella, el Tata y Maruja irían a Buenos Aires a visitar a María Antonia y a Mario y pasar las fiestas con ellos. Viajaron en ómnibus de Florida a Montevideo, y luego de Montevideo a Colonia. Estaban muy contentos. Además, para Diego iba a ser su primera vez en un avión.
Volaron desde Colonia hasta Buenos Aires. En Aeroparque los iban a esperar Antonia y Mario.
Diego no se despegaba dela ventanilla. Todo
lo quería ver. Era muy emocionante. El Tata llevaba consigo el regalo de
Navidad para María Antonia: una tabla de cocina, de madera, artesanal, preciosa.
La tenía envuelta en papel de regalo y como no entraba en la valija la llevaba
sobre las rodillas. Estaba contento porque iban a pasar todos juntos, en
familia, la Nochebuena y la
Navidad. Cada tanto sonreía y le guiñaba un ojo a Maruja,
golpeando los dedos sobre la tabla, suavecito, a ritmo de tambor.
Descendieron del avión, hicieron los trámites para ingresar a Argentina, recogieron el equipaje y salieron a la sala grande el aeropuerto. Nadie los estaba esperando.
—No los veo… –comentó el Tata, mirando para todos lados–. Deben de haberse demorado.
Dejaron todas las valijas juntas, en el piso, mientras miraban para aquí y para allá, buscando encontrar a María Antonia o a Mario entre la gente que iba y venía. El Tata seguía sosteniendo el regalo bajo al brazo. Resolvieron esperar. En aquella época no había celulares y la casa donde vivía María Antonia tampoco tenía teléfono. Maruja y el Tata se sentaron al lado del equipaje. Diego y Marianella caminaban de la mano, se paraban, miraban para todos lados, volvían a donde estaban el Tata y Maruja, se sentaban, se paraban de vuelta, caminaban otro poquito.
Diego no entendía porqué tardaban tanto. María Antonia y Mario no llegaban.
Esperaron horas hasta que se hizo de noche. Estaban muy cansados y nerviosos. María Antonia y Mario no llegaron.
Levantaron las valijas y salieron del aeropuerto. En la puerta, sobre la avenida, había una fila de taxis. Tomaron uno y le indicaron al taxista la dirección de María Antonia.
El Tata seguía con el regalo bajo el brazo. El papel ya estaba todo arrugado. Durante el trayecto hasta la casa nadie habló. Diego iba contrala
ventanilla. Estaba en Buenos Aires, pero no como había
soñado. Tenía hambre y estaba sudado por el calor y la humedad.
María Antonia vivía en un edificio de apartamentos, en un piso alto. Tocaron timbre una y otra vez pero nadie les abrió. Subieron hasta el último piso donde vivía el portero, que estaba muy asustado. Temblando, les contó que en la madrugada anterior llegaron al edificio militares y policías armados a guerra. Entraron en el apartamento de María Antonia y se la llevaron a ella y a Mario. Cuando se fueron le dejaron la llave.
El portero no paraba de hablar mientras bajaban por el ascensor hacia al apartamento de María Antonia. El Tata entró con el portero mientras los demás se quedaron en el pasillo. Diego miraba de costado asomando su cabecita contra el marco de la puerta.
Estaba todo dado vuelta, como si hubieran entrado ladrones. Veía sillas tiradas, una con la pata rota. Había ropa y libros, todo desordenado, en el piso. Diego estaba muy, pero muy asustado. Maruja lloraba abrazada a Marianella. Diego corrió hasta donde estaba el Tata. Le habían robado a su hermana y lloró. ¿Por qué se iban a llevar a María Antonia? Ella era doctora, curaba a los enfermos, ayudaba a su familia. Diego no entendía. No se quedaron mucho en el apartamento. Se fueron enseguida a un hotel para dejar las valijas y luego salieron a recorrer comisarías, toda la noche.
Cuando la familia llegó a la seccional de la policía del barrio, Diego subió primero los escalones, pero el guardia sacó la pistola y le apuntó. “¿Qué quieren? ¡No pueden entrar!” Diego se quedó petrificado. El Tata trató de explicar que se habían llevado a su hija, que la estaban buscando, que eran extranjeros. Los echaron de malos modos, amenazándolos para “que no siguieran molestando”. En todos los lugares donde fueron esa noche les contestaron lo mismo. “Acá no están. No sabemos nada. Váyanse y dejen de preguntar”.
Regresaron al hotel, descansaron un ratito y luego salieron otra vez a buscar. El Tata caminó todo Buenos Aires. Habló con abogados y presentó escritos denunciando el secuestro en los juzgados. Denunció en comisarías, recorrió hospitales y se quejó en las embajadas. Nada. Trató de ubicar a amigos o conocidos de María Antonia, uruguayos que también vivían en Buenos Aires. Se enteraron entonces de que la cosa era más grave y más extendida de lo que pensaban. La misma noche en que secuestraron a María Antonia y a Mario, más o menos a la misma hora, en distintos barrios de Buenos Aires la dictadura secuestró a una cantidad de familias uruguayas. Entre ellas había mujeres que estaban embarazas, en algún caso a punto de parir.
Nadie daba explicaciones. Nadie sabía nada de los uruguayos secuestrados. Los habían desaparecido a todos. Diego recuerda dolor. Se habían robado a su hermana. No hubo nochebuena, ni Navidad, ni regalos, ni arbolito con luces, ni brindis. Ahí seguía la tabla de madera, preciosa, envuelta para regalo.
También desaparecieron ala Navidad. Tata se
murió sin saber de su hija. Hay sobrevivientes que estuvieron junto con los
uruguayos secuestrados, en una cárcel secreta, donde los torturaban mucho.
Dicen que los interrogaban militares uruguayos que viajaban todas las semanas a
Buenos Aires; dicen testigos que María Antonia intentó reanimar a Mario,
desmayado, luego de un interrogatorio bajo torturas, pero que no pudo y que
Mario murió, asesinado. Nunca nadie reconoció nada, ni dio ninguna explicación.
Siguen desaparecidos.
En la ciudad de Florida, Maruja y Marianella conservan una tabla para cocina, de madera, artesanal, preciosa. Ahora está envuelta con los recuerdos del Tata. Esperando. Para cuando la Navidad deje de estar desaparecida.
Óscar López Goldaracena
¿Es sana una sociedad donde 1 de cada 100 ciudadanos puede cometer delitos con la garantía de no pasar por un juzgado? La respuesta a esa pregunta es unánime.
En Uruguay los delitos de lesa humanidad cometidos entre 1973 y 1985 lograron romper esa unanimidad. ¿Cómo entenderlo? Porque hubo gente que miró al costado y hoy tiene vergüenza, porque la máquina propagandística convenció a cientos de uruguayos para que delataran a sus vecinos y hoy temen poder llegar a ser juzgados, o porque muchísimos creyeron que lo que sucedía era necesario (el 42 % votó "Sí" a la Constitución propuesta por los militares en 1980). Y hay más opciones, incluyendo a los civiles que se beneficiaron con la dictadura.
Tal vez un camino a transitar sea explicarle a la gente honesta, a quienes fueron manipulados, que ante la Justicia todos debemos ser iguales y que hay delitos que no caducan aunque pasen los siglos de los siglos. Si eso se comprende, el sufrimiento de quienes buscan respuestas ante la ausencia de sus seres queridos también se volverá causa nacional. Y tal vez así nuestra sociedad avance haciala Verdad.
Álvaro Carballo
La esperanza es una memoria que desea. Por eso cada 20 de mayo miles de personas desean, marchan y exigen saber “¿Cómo pudo suceder?”. Desde el silencio se pide a gritos: verdad y justicia.
Los familiares de detenidos desaparecidos quieren saber la verdad, desean que sus seres queridos vuelvan a ser humanos. Y que el Estado responda por lo que hizo.
Para la sociedad entera la búsqueda de los detenidos desaparecidos debería ser su reverso y condición de que un día podremos -tal vez- ser más humanos.
Marchamos porque no somos pasivos ante el dolor de los demás. Marchamos por construir una ética dela memoria. Marchamos
por transformar a la impunidad en acontecimiento para que batalle por restituir
el horror ante la muerte, la desaparición y la violencia institucional.
También deberíamos marchar para saltar nuestra propia sombra, desprendiéndonos del castigo como respuesta a los delitos cometidos durante el Terrorismo de Estado. Romper con ese relato posibilitaría visualizar las sobras del castigo que perduran en la actualidad.
Aceptar o no la violencia institucional del presente es también aceptar la forma en cómo cargamos con nuestro pasado.
De lo contrario seguiremos exigiendo todos los 20 de mayo verdad y justicia y al mismo tiempo un sistema penal con rostro humano, entre otras cosas.
Mauro Tomasini
"Seguir, seguir, seguir."
Seguir, a pesar de la rabia casi permanente y de la impotencia.
Seguir para derrotar a los dictadores cada vez que se pueda. Cada día, cada rato.
Seguir por las viejas, por los hermanos, por los hijos e hijas.
Seguir porque seguir. Porque es justo, porque es obligatorio.
Seguir para no resecarnos, para no morirnos en vida.
Seguir como homenaje a quienes no dudaron en arriesgar su vida por nuestra libertad. Y seguir también por aquellos que ni se imaginaban que estaban arriesgando su vida, y que la ruleta rusa de los genocidas que se sintieron omnipotentes dictaminó que también había que eliminarlos.
Seguir por nosotros. Seguir por los que vendrán.
Seguir por nuestro país. Y porque seguir es condición imprescindible para cambiar el mundo.
Seguir como única forma de honrarla vida. La nuestra, pero
sobre todo la de los que no están y la de las que los siguen buscando.
Seguir luchando. Luchar para poder seguir.
Martín Couto.
Si esto se terminara cuando murieran todos los involucrados, significaría que esto es una lucha del pasado. Significaría que esto no afecta más que a la memoria de unos pocos (aunque esos pocos sean miles). Significaría que no se trata de más que de un reclamo ético, compartible quizás, pero sin consecuencias realmente. Significaría, en fin, que nada del presente está en juego aquí.
Pero si este reclamo pertenece al pasado, ¿por qué encuentra tanta resistencia en el presente? Si esta lucha es la de un mundo que ya fue, ¿por qué al mundo que es le desagrada tanto?Si no toca ningún interés actual, ¿por qué hay actores actuales que se oponen a ella? ¿O será, quizás, que esta lucha es la del presente? Quizás, sólo quizás, el mundo no comenzó hace un instante y, quizás, las injusticias y las opresiones contra las que debemos luchar hoy se fraguaron en ese mundo que nos dicen que ya fue.
Militantes sindicales, militantes comunistas, del Partido por la Victoria del Pueblo, del Partido Obrero Revolucionario, del Sindicato Único de la Construcción y Afines, dirigentes dela Convención Nacional
de Trabajadores y de tantas otras organizaciones de izquierda: ni ángeles ni
demonios, sino hombres y mujeres que lucharon por un mundo mejor, por un mundo
sin explotados ni explotadores.
Si esto se terminara cuando murieran todos los involucrados, significaría que esto es una lucha del pasado. Significaría que esto no afecta más que a la memoria de unos pocos (aunque esos pocos sean miles). Significaría que no se trata de más que de un reclamo ético, compartible quizás, pero sin consecuencias realmente. Significaría, en fin, que nada del presente está en juego aquí.
Pero si este reclamo pertenece al pasado, ¿por qué encuentra tanta resistencia en el presente? Si esta lucha es la de un mundo que ya fue, ¿por qué al mundo que es le desagrada tanto?Si no toca ningún interés actual, ¿por qué hay actores actuales que se oponen a ella? ¿O será, quizás, que esta lucha es la del presente? Quizás, sólo quizás, el mundo no comenzó hace un instante y, quizás, las injusticias y las opresiones contra las que debemos luchar hoy se fraguaron en ese mundo que nos dicen que ya fue.
Militantes sindicales, militantes comunistas, del Partido por la Victoria del Pueblo, del Partido Obrero Revolucionario, del Sindicato Único de la Construcción y Afines, dirigentes dela Convención Nacional
de Trabajadores y de tantas otras organizaciones de izquierda: ni ángeles ni
demonios, sino hombres y mujeres que lucharon por un mundo mejor, por un mundo
sin explotados ni explotadores.
Ellos lucharon y ellos perdieron. Y sobre las ruinas de ese campo de batalla se forjó el mundo en el que hoy vivimos, con sus injusticias y sus opresiones. Debemos, por lo tanto, recordarlos. No sólo porque son nuestros desaparecidos, y porque es justo encontrarlos. Debemos recordarlos porque su lucha era justa, y necesita nuevos campeones.
Esteban Kreimerman
"20 veces 20"
Recordar es resistir. Resistir es el primer paso para construir. No hay construcción posible sobre el olvido. Olvidar no es solamente negar el pasado, es fundamentalmente, negar la posibilidad del futuro.
Hace 20 años las Madres y Familiares de Desaparecidos nos convocaron a resistir y respondimos. Desde hace 20 años el 20 de mayo es un día de resistencia.
Y es un día nuestro, lo construimos entre todas y todos, instalamos en el calendario nacional un día de la memoria, un día dela resistencia. No lo
decidió el Estado, ni el gobierno de ningún partido, y mucho menos la necesidad
de vender y el fetichismo de la mercancía: lo construyó la decisión colectiva
de miles de resistir. Es nuestro día.
Y expresa la continuidad en el tiempo de resistir, y esa persistencia lo que termina siendo decisivo, la permanencia en el tiempo de la resistencia, aún en el cambio, aún con nuevas formas y nuevos protagonistas, la persistencia en el cambio, porque resistir también es permanecer.
La impunidad es el lado oscuro del poder, es un recurso imprescindible del poder para ocultar los crímenes, las ilegalidades, los abusos, las aberraciones que debe hacer para perpetuarse. Necesita a la mentira, se alimenta de la mentira y del ocultamiento y su instrumento privilegiado es el miedo.
Los crímenes de lesa humanidad que cometió el Terrorismo de Estado en Uruguay y en todo el continente tuvieron como objetivo el sometimiento, mantener el status quo, frenar el proceso popular de emancipación, limitar los espacios de libertad. Y esos siguen siendo los mismos objetivos de la impunidad.
La impunidad es un veneno para la sociedad, para todas y todos los uruguayos, hace perdurar la mentira y el miedo.
Todos los avances conquistados, que son muchos, son fruto de la decisión de no rendirse, de vencer todos los obstáculos, de levantarse tras cada caída y de hacerlo, juntando gente, construyendo verdad, tejiendo redes de solidaridad.
El 20 de mayo de 1976 fueron asesinados en Buenos AiresZelmar Michelini , Héctor Gutiérrez Ruiz,
Rosario Barredo y Willian Whitelaw y desaparecido Manuel Liberoff. Hace 20 años
salimos a la calle en esa fecha para expresar nuestra voluntad colectiva de no
rendirnos, de no olvidar, de no entregarnos, de no resignarnos a un país y a
una sociedad presos de la mentira y el miedo.
Cada 20 de mayo decenas de miles, en todo el país, reafirmamos ese compromiso. Marchan con nosotros “Tota” Quinteros, Luz Ibarburu, María Esther, todas las madres y familiares, todas. Este año estará más que nunca Luisa y su ejemplo.
Y también marchan los que pintaban las paredes en dictadura reclamando la libertad de los presos, los que organizaron sindicatos y gremios estudiantiles, los que resistieron en las cárceles y las cámaras de tortura, los que salieron y dijeron la verdad, los que en el exilio dijeron la verdad, los que se organizaron y dijeron la verdad, los y las que lucharon y luchan y no se rindieron y no se rendirán jamás.
El poder defiende la impunidad, con mentira y con miedo, con silencio, promoviendo la indiferencia y el individualismo. Nosotras y nosotros, defendemos la justicia, con la verdad y resistiendo, y nos juntamos y transformamos nuestro silencio en lucha colectiva.
El 20 de mayo es un día de verdad, de memoria, es un día de lucha. Porque no nos resignamos: Basta ya de impunidad,Verdad y Justicia . No pedimos más, pero no nos
conformamos con un milímetro menos.
20.10
"20 marchas del silencio"
Durante muchos años en Uruguay se pretendió ocultar los terribles hechos ocurridos en el período dela dictadura. Pero la
verdad comenzó a conocerse a través de relatos y denuncias. Desde entonces ya
no fue posible seguir negando que durante todos esos años se violaron
masivamente los derechos humanos. Ese avasallamiento de los derechos humanos se
tradujo en la destitución de muchísimas personas, la persecución y el exilio de
cientos de uruguayos; las masivas detenciones donde la tortura era un método
habitual. Sucedieron muertes en prisión y desapariciones, secuestros de niños y
su entrega ilegítima a otras familias, etc. Esto fue el terrorismo de un Estado
que abandonó su deber de ser protector de los derechos humanos para
transformarse en su principal agresor.
A lo largo de los años transcurridos desde el cese de la dictadura, hemos vivido un Estado que inicialmente ignoró toda referencia a aquellos años, luego intentó eludir su responsabilidad y finalmente aceptó el abordaje a los reclamos permanentes dando algunas respuestas largamente reclamadas.
Sin embargo, las acciones estatales han sido limitadas, desplegadas exclusivamente por impulso de quienes sostienen el interés en saber la verdad y reclaman justicia. Muchos de los diversos órganos del Estado no muestran un sostenido y uniforme interés en el derecho a la verdad y en su cumplimiento.
Cesada la criminalidad estatal, debe ser el mismo Estado quien reestablezca su rol de promotor y garante de los derechos individuales, asumiendo la responsabilidad por las ilegítimas actuaciones anteriores. En este sentido, su función debe ser inequívoca hacia la reparación del daño causado. Pero también hacia la investigación de los hechos acompañando, e incluso sustituyendo, a las víctimas en las denuncias de las vulneraciones sufridas.
Cuando el Estado mira para el costado ante la existencia indudable de tal grado de violaciones se empobrece como Estado. Porque deja de cumplir con su obligación esencial de ser garante y protector de los derechos de las personas que lo integran.
Cuando el Estado se esconde tras excusas para evitar investigar, alegando que no hay información, o que no la encuentra, o que no se la proporcionan, ese Estado perpetúa la vulneración de derechos que sufrieron las víctimas al negarles el acceso a la verdad.
Cuando el Estado no informa a la sociedad en forma completa sobre cómo, cuándo, dónde, por qué, quien o quienes llevaron adelante tales crímenes está tergiversando la historia, privándole a las víctimas, a sus familiares y a la sociedad conocer lo ocurrido, impidiéndoles comprender el presente y comprometiendo el futuro de las siguientes generaciones ante la posible reiteración de tales vulneraciones.
Cuando el Estado decide hasta qué momento se investiga, limita las debidas reparaciones, demora la atribución de responsabilidades y cuestiona las sanciones a aplicar, vuelve a lesionar a las víctimas y a sus familiares porque les niega una legítima justicia.
El derecho a la verdad se erige como obligación del Estado de investigar las graves violaciones determinando los hechos que dieron lugar a las mismas, saber quiénes las cometieron, establecer responsabilidades y sanciones. Debe permitir el acceso a la información de lo ocurrido a las víctimas y a la sociedad en general.
El Estado debe proporcionar un recurso judicial sencillo, rápido y efectivo para el esclarecimiento de tales crímenes. Debe adoptar una actitud proactiva en la búsqueda y aportación de las pruebas necesarias para cumplir con la investigación evitando todo acto que obstaculice el proceso que permita llegar a conocer lo sucedido.
En estos veinte años, cada 20 de mayo se reclama, precisamente, la vigencia plena de ese derecho. En cada marcha, el silencio señala las respuestas que siguen faltando, donde el Estado sigue siendo quien debe darlas.
Cristina Fernández
15
2010: SIN LA VERDAD Y SIN LA JUSTICIA NO HAY
RECONCILIACIÓN
Unos meses antes nos habíamos convocado bajo la consigna “El último 20 con ley de impunidad”. Sin embargo, ahí nos encontrábamos, nuevamente, marchando nuevamente con esa maldita ley que no pudimos anular. Fue muy duro poder encarar aquella marcha, tener que enfrentarnos a las fotografías de los desaparecidos y a sus familiares, fue un sentimiento extraño, de responsabilidad, de culpa, de no haber podido. Fue muy fuerte la bronca y la impotencia que provocaron determinadas presencias que unos meses atrás eran ausencias significativas.
La desazón y la impotencia se cristalizó en aquel silencio abrumador, uno de los más impactantes de todos los 20 de mayo, un silencio que me conmovió como nunca, hijo del dolor, de la rabia, de las esperanzas depositadas, hijo de una generación que daba su primera gran batalla política. Una generación que se entregó de forma generosa, motivada por la necesidad básica de hacer justicia, sin que mediara los cálculos de la política banal, una militancia que nacía de las entrañas mismas de cada uno de nosotros. Una generación huérfana en términos políticos, y que la lucha por verdad y justicia confirmó esa orfandad.
Aquel 20 de mayo fue muy significativo, porque si bien el dolor estaba presente, no lograron derrotarnos, no nos ganó la confusión y
2011: VERDAD Y
JUSTICIA: DERECHO DE TODOS. RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
Este 20 de mayo se cumplen veinte años de marchar exigiendo por nuestro derecho fundamental a saber la verdad y acceder a
¿Por qué la responsabilidad es del Estado? Porque fue a través de este aparato -junto a civiles colaboradores- que se perpetraron los crímenes más aberrantes contra la sociedad toda. Y es quien tiene que asumir, en primer lugar, la autoría de estos crímenes y en consecuencia dar respuestas ante el cumplimiento de nuestros derechos como ciudadanos. Son muchos los gobiernos que han pasado desde la restauración democrática a esta parte y los avances han sido muy magros, todos ellos responsables por la inexistencia de una política estatal en materia de nuestro pasado reciente.
En particular y desde lo personal, a partir del 2005 crecieron las expectativas de que el rumbo de la lucha contra la impunidad cambiaría, por una definición ética y de coherencia ante todo. Sin embargo y hasta ahora, los avances han sido escasos, en ocasiones rozando lo vergonzante.
Fueron muchos, demasiados/as, los compañeros y compañeras que dieron absolutamente todo –hasta su vida- para que nosotros tuviéramos una sociedad mejor en la que vivir. Y es por ellos y por las generaciones venideras que seguiremos recordándolos, levantando sus banderas y exigiéndole al Estado que asuma su responsabilidad a través de la construcción de una política que rompa las murallas de la impunidad de ayer y de hoy.
Verdad, memoria, justicia y nunca más terrorismo de Estado.
Para
el afiche de 2012 tenemos el privilegio de contar con una obra de Corta la bocha
2012: ¡LOS VAMOS A ENCONTRAR!
2012: ¡LOS VAMOS A ENCONTRAR!
El puro paso del tiempo no restaña las heridas.
Quienes nos dicen que la muerte de los involucrados saldará
la deuda que nuestro país tiene en la resolución de los crímenes de lesa
humanidad cometidos durante la dictadura, nos venden una mentira, o a lo sumo,
una fantasía.
Si no nos alcanza con nuestra propia convicción, tenemos a mano varias experiencias en las que ocultar, posponer, o diluir la búsqueda de la verdad, solo les ha supuesto postergar un deber colectivo.
Pero además, esa solución a puro tiempo, es mentirosa porque los involucrados fuimos y seremos todos, aún sin haber estado allí, de haber sido parte de ese tiempo y lugar concretos, tiene que ver incluso, con quienes por decisión u omisión sienten que el tema de los derechos humanos nada tiene que ver con sus vidas. Se trata de una biografía colectiva de la que todos y todas somos parte y nadie es dueño. Y es por eso, que nadie - incluso quienes se creen en pleno derecho y con autoridad moral para hacerlo- puede decretar cuando se cierra este capitulo de nuestra historia. El país tiene su obra más importante, material y simbólicamente, inconclusa. No hay crecimiento económico ni logros en la erradicación de la pobreza que nos puedan distraer de ese deber. Allí se juegan nuestras convicciones sustantivas, ahí se encarna nuestra radicalidad.
Esta deuda debe transformarse en un imperativo moral, parte de nuestra paideia y sustento de la pedagogía política a la que no debemos renunciar, porque así como el tiempo a secas no repone, tampoco mejora las versiones de nosotros mismos. Nada sustituye la reflexión ni la acción intencionada y de eso nos tenemos que hacer cargo para que la fantasía del tiempo no nos arrebate la memoria, de otra manera el paso del tiempo lejos de ser nuestra salvación, será nuestro mayor verdugo.
Angélica Vitale Parra
18
2013: EN MI PATRIA NO HAY JUSTICIA, ¿QUIÉNES
SON LOS RESPONSABLES?
Todos los 20 de mayo, en la marcha, hace frío. Y hay otra sensación inevitable: la incomodidad a la hora de desconcentrarse. Luego de marchar en silencio por 18 de Julio, escuchar los nombres de los desaparecidos y cantar el Himno Nacional, en ese momento en que ya no queda ninguna actividad prevista pero aún persisten varios miles de personas en la calle, uno siente la incomodidad de querer hacer algo más, aunque no sepa exactamente qué. Hasta que, finalmente, uno se va.
2013 fue distinto. No por el frío, que también hizo mucho, sino porque la gente estaba muy poco dispuesta a irse rápidamente. Los miles que estábamos en la marcha queríamos encontrar alguna forma de manifestación adicional al silencio. Una forma de expresión, en el mejor de los casos; de catarsis, en el peor. Porque no había sido un año cualquiera.
En 2013, en el cuadragésimo aniversario del golpe que comenzó la dictadura cívico-militar y el vigésimo aniversario del acto del Obelisco, una sucesión de hechos dio la sensación de que no se avanzaba en la erosión de
Esos primeros meses de 2013, la prensa estuvo cubierta de discusiones en torno al traslado de jueces, la no retroactividad de la ley penal y el Derecho Constitucional, pero los que no somos expertos en leyes no podíamos evitar olfatear otra cosa. El contexto político de las decisiones jurídicas. La eficacia de los protectores de la impunidad.
A cuarenta años del golpe, con casi una década de gobierno de izquierda, el contexto obligaba a pararse en un lugar desagradable.
El de imaginar pactos entre gobernantes y militares,
desconfiar del presidente o el inevitable Ministro de Defensa (que había
impedido a la jueza Mota
hacer una inspección ocular en el Pabellón de Infantería nº13), deducir
intenciones tras las sentencias, dudar de la vocación democrática de los
jueces.
Toda esa carga estaba presente cuando, al terminar la marcha, varios se dirigieron a las vallas que protegían
Además de frío, a esa altura lloviznaba. La incomodidad se había ido, sustituida por dos sensaciones diferentes. La tensión de la protesta catártica y la tristeza por todo lo que
2014: ¿DÓNDE ESTÁN? ¿POR QUÉ EL SILENCIO?
Llueve, esa lluvia finita, molesta. Llueve el 20 de mayo de 2014 mientras miles de uruguayos testarudos nos sumamos a marchar un año más. Llueve y ahí está Luisa caminando.
Se les permitió todo a los criminales de lesa humanidad. 30 años de cultura de impunidad. Una ley vergonzosa. El invento de una guerra inexistente que insistiendo en dos demonios intentó negar el terrorismo de Estado. Comisiones ¿para qué paz? La respuesta es la omertá, el deshonor del silencio.
Llueve y ahí está Luisa caminando.
¿Dónde están?
Hay que dar vuelta la página y mirar al futuro.
¿Por qué el silencio?
Tienen ojos en
¿Dónde están?
Con la Ley la justicia puede investigar.
¿Por qué el silencio?
Cuando investiga se traslada de sus cargos a jueces, se
amenaza a fiscales y se chicanea la entrada a los cuarteles.
¿Dónde están?
Acá no hubo niños robados ni desaparecidos le dicen a Gelman que encuentra a Macarena.
¿Por qué el silencio?
Los huesos de los poquitos encontrados rompen el silencio, vuelven a hablar. La bota del maestro
Se larga fuerte
Llueve y ahí está Luisa, caminando. ¿Dónde están? ¿Por qué el silencio?
20
2015: ¡BASTA YA
DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"Fecundidad de la memoria"
Desde hace muchos años estas fechas nos recuerdan -una vez más- el horror de la dictadura, y el ejercicio de la seudo omnipotencia de algunos militares y civiles cómplices. Las consecuencias fueron la dolorosa experiencia del silencio de nuestro pueblo, y el terror instaurado con compañeros desaparecidos, encarcelados, exiliados.
Sin embargo podemos abrigar dos certezas. Los sufrimientos del pasado no serán olvidados ni justificados. La segunda certeza es que ningún gobierno podrá lograr el olvido de los pueblos. Pueden pasar generaciones pero la memoria está, permanece. No hace falta citar distintos procesos históricos para sentir la existencia permanentemente presente de la imposibilidad del olvido.
La memoria, como la mnemósine del mito, es prolífica. Tiene la virtud de engendrar abundantes realidades. Condición necesaria para cualquier cultura. Ninguna identidad humana sería posible sin memoria. Nada le es ajeno, pese a que con frecuencia retiene con formas distintas un mismo acontecimiento.
Por eso, también, las formas del dolor son distintas. Esto hace necesario restablecer la historia del sufrimiento. Vivir en la incertidumbre prolonga dos sensaciones similares: la ignorancia, el no saber; y la impotencia, ser incapaz de influir en cambios de rumbo. Debemos abrigar la esperanza que el miedo “oficial” al servicio del poder estatal haya quedado en el pasado.
Para ello debemos advertir un vez más que no sólo el futuro sino también el pasado se ve como una fuerza, y no como una carga que el hombre debe sobrellevar y de cuyo peso muerto el ser humano debe liberarse en su marcha hacia el futuro. Además es este pasado el que en vez de llevarnos hacia atrás nos impulsa hacia adelante, y es el futuro el que nos lleva hacia el pasado. El tiempo no es un continuo porque está partido por la mitad, en el punto donde “el” se yergue; y “su” punto de mira no es el presente, sino más bien una brecha en el tiempo al que “su” lucha constante, “su” definición de una postura frente al pasado y al futuro otorga existencia.
Sabemos el duro camino que significa muchas veces lograr a través del artificio deformar y en cierto sentido empobrecer, simplificar la realidad que se describe, para en base a esas deformaciones y simplificaciones, negar la realidad y consecuentemente negar el pasado. Siempre debemos recordar: la memoria es frágil y a la vez definitiva.
Por eso los jóvenes, los adolescentes y los niños y los mayores marcharemos en
Dra.
2015: ¡BASTA YA
DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"Por el tiempo"
Como tantos, crecí en una casa donde ciertos hechos, que eran noticia susurrada, se sabían. Teniendo clarísimo que no podía comentar nada de lo que oía, a nadie, jamás. Y sospechando que había otras cosas que ni siquiera escuchaba. Y oyendo a otros (que sí podían hablar, y vaya si lo hacían) decir que todo eso era mentira, y que los militares sólo habían venido a poner un poco de orden. Día tras día, semana tras semana y toda la vida, escuchándolos, sin poder siquiera dibujar con la imaginación un gesto de disenso.
Muchos crecimos con la fantasía difusa de que algún día moriríamos luchando contra un régimen que se nos antojaba eterno. Bueno, no morí, pero otros, antes y después, sí. Porque eran peligrosos, o porque a alguien no le gustaban sus caras o sus apellidos, o por nada. En esas épocas era todo blanco o negro; no había sutilezas como ahora, en que todo, de tan colorido, resulta bastante igual.
La marcha atraviesa las décadas y nos recuerda que el tiempo es una ilusión; que pasa, pero no desaparece, aunque las personas sí lo hagan. La marcha es un viaje por el tiempo. Y por el silencio; un silencio que hay que irse bien lejos para no escucharlo, porque en medio de tanto ruido bobo, ese silencio te mira. Y personalmente -aclaro- lo vivo como un acto de desprecio infinito hacia todos aquellos venenosos charlatanes, los que hablaban porque podían, y hoy callan, porque pueden.
Guillermo Lamolle
20.2
2015: ¡BASTA YA
DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
En la exclamación que preside la marcha de 2015 leo una exigencia y la expresión de un hartazgo. Basta de refugios amurallados donde los torturadores viven sus últimos días sin rendir cuentas. Basta ya de un país adaptado a la injusticia y
Decir nunca más es una oración laica vacía, rutinaria, una mera gestualidad burocrática, si no se edifica sobre la verdad, la justicia y la reparación plenas. En 1946 Robert Jackson, uno de los fiscales del tribunal de Nuremberg, decía que si se aceptara el argumento de la obediencia debida que esgrimían los genocidas en su defensa, nadie sería responsable de las atrocidades cometidas por el estado.
Inmune a décadas de reflexión sobre la ilegitimidad de obedecer órdenes inmorales,
Enfrentando los silencios criminales y las complicidades institucionales, junto a las madres y los familiares de detenidos desaparecidos, marchamos este año 2015 en rebelde procesión de ciudadanos hartos de tanta infamia.
Pablo Chargoñía
20.3
2015: ¡BASTA YA
DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"Desaparecieron la Navidad"
Extracto del libro EL DERECHO y EL REVÉS, Letraeñe Ediciones.
Diego tenía ocho años. Vivía en
Florida. Como sus padres viajaban y trabajaban en el campo, fue criado por el
Tata y Maruja, unos vecinos de puerta, que eran su familia. Las hijas del Tata
y Maruja eran sus “hermanas”: Marianella, la menor y María Antonia, la mayor,
recién casada con Mario y recibida de médica. Cuando el golpe de Estado, María
Antonia y su esposo se fueron a vivir a Buenos Aires.
Era el año 1976, un 23 de diciembre, casi Navidad. Diego, Marianella, el Tata y Maruja irían a Buenos Aires a visitar a María Antonia y a Mario y pasar las fiestas con ellos. Viajaron en ómnibus de Florida a Montevideo, y luego de Montevideo a Colonia. Estaban muy contentos. Además, para Diego iba a ser su primera vez en un avión.
Volaron desde Colonia hasta Buenos Aires. En Aeroparque los iban a esperar Antonia y Mario.
Diego no se despegaba de
Descendieron del avión, hicieron los trámites para ingresar a Argentina, recogieron el equipaje y salieron a la sala grande el aeropuerto. Nadie los estaba esperando.
—No los veo… –comentó el Tata, mirando para todos lados–. Deben de haberse demorado.
Dejaron todas las valijas juntas, en el piso, mientras miraban para aquí y para allá, buscando encontrar a María Antonia o a Mario entre la gente que iba y venía. El Tata seguía sosteniendo el regalo bajo al brazo. Resolvieron esperar. En aquella época no había celulares y la casa donde vivía María Antonia tampoco tenía teléfono. Maruja y el Tata se sentaron al lado del equipaje. Diego y Marianella caminaban de la mano, se paraban, miraban para todos lados, volvían a donde estaban el Tata y Maruja, se sentaban, se paraban de vuelta, caminaban otro poquito.
Diego no entendía porqué tardaban tanto. María Antonia y Mario no llegaban.
Esperaron horas hasta que se hizo de noche. Estaban muy cansados y nerviosos. María Antonia y Mario no llegaron.
Levantaron las valijas y salieron del aeropuerto. En la puerta, sobre la avenida, había una fila de taxis. Tomaron uno y le indicaron al taxista la dirección de María Antonia.
El Tata seguía con el regalo bajo el brazo. El papel ya estaba todo arrugado. Durante el trayecto hasta la casa nadie habló. Diego iba contra
María Antonia vivía en un edificio de apartamentos, en un piso alto. Tocaron timbre una y otra vez pero nadie les abrió. Subieron hasta el último piso donde vivía el portero, que estaba muy asustado. Temblando, les contó que en la madrugada anterior llegaron al edificio militares y policías armados a guerra. Entraron en el apartamento de María Antonia y se la llevaron a ella y a Mario. Cuando se fueron le dejaron la llave.
El portero no paraba de hablar mientras bajaban por el ascensor hacia al apartamento de María Antonia. El Tata entró con el portero mientras los demás se quedaron en el pasillo. Diego miraba de costado asomando su cabecita contra el marco de la puerta.
Estaba todo dado vuelta, como si hubieran entrado ladrones. Veía sillas tiradas, una con la pata rota. Había ropa y libros, todo desordenado, en el piso. Diego estaba muy, pero muy asustado. Maruja lloraba abrazada a Marianella. Diego corrió hasta donde estaba el Tata. Le habían robado a su hermana y lloró. ¿Por qué se iban a llevar a María Antonia? Ella era doctora, curaba a los enfermos, ayudaba a su familia. Diego no entendía. No se quedaron mucho en el apartamento. Se fueron enseguida a un hotel para dejar las valijas y luego salieron a recorrer comisarías, toda la noche.
Cuando la familia llegó a la seccional de la policía del barrio, Diego subió primero los escalones, pero el guardia sacó la pistola y le apuntó. “¿Qué quieren? ¡No pueden entrar!” Diego se quedó petrificado. El Tata trató de explicar que se habían llevado a su hija, que la estaban buscando, que eran extranjeros. Los echaron de malos modos, amenazándolos para “que no siguieran molestando”. En todos los lugares donde fueron esa noche les contestaron lo mismo. “Acá no están. No sabemos nada. Váyanse y dejen de preguntar”.
Regresaron al hotel, descansaron un ratito y luego salieron otra vez a buscar. El Tata caminó todo Buenos Aires. Habló con abogados y presentó escritos denunciando el secuestro en los juzgados. Denunció en comisarías, recorrió hospitales y se quejó en las embajadas. Nada. Trató de ubicar a amigos o conocidos de María Antonia, uruguayos que también vivían en Buenos Aires. Se enteraron entonces de que la cosa era más grave y más extendida de lo que pensaban. La misma noche en que secuestraron a María Antonia y a Mario, más o menos a la misma hora, en distintos barrios de Buenos Aires la dictadura secuestró a una cantidad de familias uruguayas. Entre ellas había mujeres que estaban embarazas, en algún caso a punto de parir.
Nadie daba explicaciones. Nadie sabía nada de los uruguayos secuestrados. Los habían desaparecido a todos. Diego recuerda dolor. Se habían robado a su hermana. No hubo nochebuena, ni Navidad, ni regalos, ni arbolito con luces, ni brindis. Ahí seguía la tabla de madera, preciosa, envuelta para regalo.
También desaparecieron a
En la ciudad de Florida, Maruja y Marianella conservan una tabla para cocina, de madera, artesanal, preciosa. Ahora está envuelta con los recuerdos del Tata. Esperando. Para cuando la Navidad deje de estar desaparecida.
Óscar López Goldaracena
20.4
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
¿Es sana una sociedad donde 1 de cada 100 ciudadanos puede cometer delitos con la garantía de no pasar por un juzgado? La respuesta a esa pregunta es unánime.
En Uruguay los delitos de lesa humanidad cometidos entre 1973 y 1985 lograron romper esa unanimidad. ¿Cómo entenderlo? Porque hubo gente que miró al costado y hoy tiene vergüenza, porque la máquina propagandística convenció a cientos de uruguayos para que delataran a sus vecinos y hoy temen poder llegar a ser juzgados, o porque muchísimos creyeron que lo que sucedía era necesario (el 42 % votó "Sí" a la Constitución propuesta por los militares en 1980). Y hay más opciones, incluyendo a los civiles que se beneficiaron con la dictadura.
Tal vez un camino a transitar sea explicarle a la gente honesta, a quienes fueron manipulados, que ante la Justicia todos debemos ser iguales y que hay delitos que no caducan aunque pasen los siglos de los siglos. Si eso se comprende, el sufrimiento de quienes buscan respuestas ante la ausencia de sus seres queridos también se volverá causa nacional. Y tal vez así nuestra sociedad avance hacia
Álvaro Carballo
20.5
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
La esperanza es una memoria que desea. Por eso cada 20 de mayo miles de personas desean, marchan y exigen saber “¿Cómo pudo suceder?”. Desde el silencio se pide a gritos: verdad y justicia.
Los familiares de detenidos desaparecidos quieren saber la verdad, desean que sus seres queridos vuelvan a ser humanos. Y que el Estado responda por lo que hizo.
Para la sociedad entera la búsqueda de los detenidos desaparecidos debería ser su reverso y condición de que un día podremos -tal vez- ser más humanos.
Marchamos porque no somos pasivos ante el dolor de los demás. Marchamos por construir una ética de
También deberíamos marchar para saltar nuestra propia sombra, desprendiéndonos del castigo como respuesta a los delitos cometidos durante el Terrorismo de Estado. Romper con ese relato posibilitaría visualizar las sobras del castigo que perduran en la actualidad.
Aceptar o no la violencia institucional del presente es también aceptar la forma en cómo cargamos con nuestro pasado.
De lo contrario seguiremos exigiendo todos los 20 de mayo verdad y justicia y al mismo tiempo un sistema penal con rostro humano, entre otras cosas.
Mauro Tomasini
20.6
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"Seguir, seguir, seguir."
Seguir, a pesar de la rabia casi permanente y de la impotencia.
Seguir para derrotar a los dictadores cada vez que se pueda. Cada día, cada rato.
Seguir por las viejas, por los hermanos, por los hijos e hijas.
Seguir porque seguir. Porque es justo, porque es obligatorio.
Seguir para no resecarnos, para no morirnos en vida.
Seguir como homenaje a quienes no dudaron en arriesgar su vida por nuestra libertad. Y seguir también por aquellos que ni se imaginaban que estaban arriesgando su vida, y que la ruleta rusa de los genocidas que se sintieron omnipotentes dictaminó que también había que eliminarlos.
Seguir por nosotros. Seguir por los que vendrán.
Seguir por nuestro país. Y porque seguir es condición imprescindible para cambiar el mundo.
Seguir como única forma de honrar
Seguir por toda la verdad, toda la memoria y toda la
justicia.
Seguir luchando. Luchar para poder seguir.
Martín Couto.
20.7
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
Si esto se terminara cuando murieran todos los involucrados, significaría que esto es una lucha del pasado. Significaría que esto no afecta más que a la memoria de unos pocos (aunque esos pocos sean miles). Significaría que no se trata de más que de un reclamo ético, compartible quizás, pero sin consecuencias realmente. Significaría, en fin, que nada del presente está en juego aquí.
Pero si este reclamo pertenece al pasado, ¿por qué encuentra tanta resistencia en el presente? Si esta lucha es la de un mundo que ya fue, ¿por qué al mundo que es le desagrada tanto?Si no toca ningún interés actual, ¿por qué hay actores actuales que se oponen a ella? ¿O será, quizás, que esta lucha es la del presente? Quizás, sólo quizás, el mundo no comenzó hace un instante y, quizás, las injusticias y las opresiones contra las que debemos luchar hoy se fraguaron en ese mundo que nos dicen que ya fue.
Militantes sindicales, militantes comunistas, del Partido por la Victoria del Pueblo, del Partido Obrero Revolucionario, del Sindicato Único de la Construcción y Afines, dirigentes de
Ellos lucharon y ellos perdieron. Y sobre las ruinas de ese
campo de batalla se forjó el mundo en el que hoy vivimos, con sus injusticias y
sus opresiones. Debemos, por lo tanto, recordarlos. No sólo porque son nuestros
desaparecidos, y porque es justo encontrarlos. Debemos recordarlos porque su
lucha era justa, y necesita nuevos campeones.
Esteban Kreimerman
Esteban Kreimerman
20.8
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
Si esto se terminara cuando murieran todos los involucrados, significaría que esto es una lucha del pasado. Significaría que esto no afecta más que a la memoria de unos pocos (aunque esos pocos sean miles). Significaría que no se trata de más que de un reclamo ético, compartible quizás, pero sin consecuencias realmente. Significaría, en fin, que nada del presente está en juego aquí.
Pero si este reclamo pertenece al pasado, ¿por qué encuentra tanta resistencia en el presente? Si esta lucha es la de un mundo que ya fue, ¿por qué al mundo que es le desagrada tanto?Si no toca ningún interés actual, ¿por qué hay actores actuales que se oponen a ella? ¿O será, quizás, que esta lucha es la del presente? Quizás, sólo quizás, el mundo no comenzó hace un instante y, quizás, las injusticias y las opresiones contra las que debemos luchar hoy se fraguaron en ese mundo que nos dicen que ya fue.
Militantes sindicales, militantes comunistas, del Partido por la Victoria del Pueblo, del Partido Obrero Revolucionario, del Sindicato Único de la Construcción y Afines, dirigentes de
Ellos lucharon y ellos perdieron. Y sobre las ruinas de ese campo de batalla se forjó el mundo en el que hoy vivimos, con sus injusticias y sus opresiones. Debemos, por lo tanto, recordarlos. No sólo porque son nuestros desaparecidos, y porque es justo encontrarlos. Debemos recordarlos porque su lucha era justa, y necesita nuevos campeones.
Esteban Kreimerman
20.9
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"20 veces 20"
Recordar es resistir. Resistir es el primer paso para construir. No hay construcción posible sobre el olvido. Olvidar no es solamente negar el pasado, es fundamentalmente, negar la posibilidad del futuro.
Hace 20 años las Madres y Familiares de Desaparecidos nos convocaron a resistir y respondimos. Desde hace 20 años el 20 de mayo es un día de resistencia.
Y es un día nuestro, lo construimos entre todas y todos, instalamos en el calendario nacional un día de la memoria, un día de
Y expresa la continuidad en el tiempo de resistir, y esa persistencia lo que termina siendo decisivo, la permanencia en el tiempo de la resistencia, aún en el cambio, aún con nuevas formas y nuevos protagonistas, la persistencia en el cambio, porque resistir también es permanecer.
La impunidad es el lado oscuro del poder, es un recurso imprescindible del poder para ocultar los crímenes, las ilegalidades, los abusos, las aberraciones que debe hacer para perpetuarse. Necesita a la mentira, se alimenta de la mentira y del ocultamiento y su instrumento privilegiado es el miedo.
Los crímenes de lesa humanidad que cometió el Terrorismo de Estado en Uruguay y en todo el continente tuvieron como objetivo el sometimiento, mantener el status quo, frenar el proceso popular de emancipación, limitar los espacios de libertad. Y esos siguen siendo los mismos objetivos de la impunidad.
La impunidad es un veneno para la sociedad, para todas y todos los uruguayos, hace perdurar la mentira y el miedo.
Todos los avances conquistados, que son muchos, son fruto de la decisión de no rendirse, de vencer todos los obstáculos, de levantarse tras cada caída y de hacerlo, juntando gente, construyendo verdad, tejiendo redes de solidaridad.
El 20 de mayo de 1976 fueron asesinados en Buenos Aires
Cada 20 de mayo decenas de miles, en todo el país, reafirmamos ese compromiso. Marchan con nosotros “Tota” Quinteros, Luz Ibarburu, María Esther, todas las madres y familiares, todas. Este año estará más que nunca Luisa y su ejemplo.
Y también marchan los que pintaban las paredes en dictadura reclamando la libertad de los presos, los que organizaron sindicatos y gremios estudiantiles, los que resistieron en las cárceles y las cámaras de tortura, los que salieron y dijeron la verdad, los que en el exilio dijeron la verdad, los que se organizaron y dijeron la verdad, los y las que lucharon y luchan y no se rindieron y no se rendirán jamás.
El poder defiende la impunidad, con mentira y con miedo, con silencio, promoviendo la indiferencia y el individualismo. Nosotras y nosotros, defendemos la justicia, con la verdad y resistiendo, y nos juntamos y transformamos nuestro silencio en lucha colectiva.
El 20 de mayo es un día de verdad, de memoria, es un día de lucha. Porque no nos resignamos: Basta ya de impunidad,
León Gieco lo dice maravillosamente: “la memoria siempre va a
salvar, a los pueblos que la lleven consigo a caminar, libre como el viento”.
Eso es el 20 de mayo.
Gabriel Mazzarovich
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"20 marchas del silencio"
Durante muchos años en Uruguay se pretendió ocultar los terribles hechos ocurridos en el período de
A lo largo de los años transcurridos desde el cese de la dictadura, hemos vivido un Estado que inicialmente ignoró toda referencia a aquellos años, luego intentó eludir su responsabilidad y finalmente aceptó el abordaje a los reclamos permanentes dando algunas respuestas largamente reclamadas.
Sin embargo, las acciones estatales han sido limitadas, desplegadas exclusivamente por impulso de quienes sostienen el interés en saber la verdad y reclaman justicia. Muchos de los diversos órganos del Estado no muestran un sostenido y uniforme interés en el derecho a la verdad y en su cumplimiento.
Cesada la criminalidad estatal, debe ser el mismo Estado quien reestablezca su rol de promotor y garante de los derechos individuales, asumiendo la responsabilidad por las ilegítimas actuaciones anteriores. En este sentido, su función debe ser inequívoca hacia la reparación del daño causado. Pero también hacia la investigación de los hechos acompañando, e incluso sustituyendo, a las víctimas en las denuncias de las vulneraciones sufridas.
Cuando el Estado mira para el costado ante la existencia indudable de tal grado de violaciones se empobrece como Estado. Porque deja de cumplir con su obligación esencial de ser garante y protector de los derechos de las personas que lo integran.
Cuando el Estado se esconde tras excusas para evitar investigar, alegando que no hay información, o que no la encuentra, o que no se la proporcionan, ese Estado perpetúa la vulneración de derechos que sufrieron las víctimas al negarles el acceso a la verdad.
Cuando el Estado no informa a la sociedad en forma completa sobre cómo, cuándo, dónde, por qué, quien o quienes llevaron adelante tales crímenes está tergiversando la historia, privándole a las víctimas, a sus familiares y a la sociedad conocer lo ocurrido, impidiéndoles comprender el presente y comprometiendo el futuro de las siguientes generaciones ante la posible reiteración de tales vulneraciones.
Cuando el Estado decide hasta qué momento se investiga, limita las debidas reparaciones, demora la atribución de responsabilidades y cuestiona las sanciones a aplicar, vuelve a lesionar a las víctimas y a sus familiares porque les niega una legítima justicia.
No solo las víctimas sino también la sociedad en su conjunto
tienen derecho a saber la verdad.
El derecho a la verdad se erige como obligación del Estado de investigar las graves violaciones determinando los hechos que dieron lugar a las mismas, saber quiénes las cometieron, establecer responsabilidades y sanciones. Debe permitir el acceso a la información de lo ocurrido a las víctimas y a la sociedad en general.
El Estado debe proporcionar un recurso judicial sencillo, rápido y efectivo para el esclarecimiento de tales crímenes. Debe adoptar una actitud proactiva en la búsqueda y aportación de las pruebas necesarias para cumplir con la investigación evitando todo acto que obstaculice el proceso que permita llegar a conocer lo sucedido.
En estos veinte años, cada 20 de mayo se reclama, precisamente, la vigencia plena de ese derecho. En cada marcha, el silencio señala las respuestas que siguen faltando, donde el Estado sigue siendo quien debe darlas.
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