Alejandra Casablanca.
Para la consigna del 2015, tenemos más de un afiche. A lo
largo del día estaremos subiendo varias versiones del afiche número 20.
2015: ¡BASTA YA
DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"Fecundidad de la memoria"
Desde hace muchos años estas fechas nos recuerdan
-una vez más- el horror de la dictadura, y el ejercicio de la seudo
omnipotencia de algunos militares y civiles cómplices. Las consecuencias fueron
la dolorosa experiencia del silencio de nuestro pueblo, y el terror instaurado
con compañeros desaparecidos, encarcelados, exiliados.
Sin embargo podemos abrigar dos certezas. Los
sufrimientos del pasado no serán olvidados ni justificados. La segunda certeza
es que ningún gobierno podrá lograr el olvido de los pueblos. Pueden pasar
generaciones pero la memoria está, permanece. No hace falta citar distintos
procesos históricos para sentir la existencia permanentemente presente de la
imposibilidad del olvido.
La memoria, como la mnemósine del mito, es
prolífica. Tiene la virtud de engendrar abundantes realidades. Condición
necesaria para cualquier cultura. Ninguna identidad humana sería posible sin
memoria. Nada le es ajeno, pese a que con frecuencia retiene con formas
distintas un mismo acontecimiento.
Por eso, también, las formas del dolor son distintas.
Esto hace necesario restablecer la historia del sufrimiento. Vivir en la
incertidumbre prolonga dos sensaciones similares: la ignorancia, el no saber; y
la impotencia, ser incapaz de influir en cambios de rumbo. Debemos abrigar la
esperanza que el miedo “oficial” al servicio del poder estatal haya quedado en
el pasado.
Para ello debemos advertir un vez más que no sólo
el futuro sino también el pasado se ve como una fuerza, y no como una carga que
el hombre debe sobrellevar y de cuyo peso muerto el ser humano debe liberarse
en su marcha hacia el futuro. Además es este pasado el que en vez de llevarnos
hacia atrás nos impulsa hacia adelante, y es el futuro el que nos lleva hacia
el pasado. El tiempo no es un continuo porque está partido por la mitad, en el
punto donde “el” se yergue; y “su” punto de mira no es el presente, sino más
bien una brecha en el tiempo al que “su” lucha constante, “su” definición de
una postura frente al pasado y al futuro otorga existencia.
Sabemos el duro camino que significa muchas veces
lograr a través del artificio deformar y en cierto sentido empobrecer,
simplificar la realidad que se describe, para en base a esas deformaciones y
simplificaciones, negar la realidad y consecuentemente negar el pasado. Siempre
debemos recordar: la memoria es frágil y a la vez definitiva.
Por eso los jóvenes, los adolescentes y los niños y
los mayores marcharemos en la
20 Marcha del Silencio, juntos, con abuelas y madres. A la
vez su porfiada presencia ha permitido la liberación de los pueblos y ha
sostenido la dignidad entre las personas.
Dra. Susana Mallo
2015: ¡BASTA YA
DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"Por el tiempo"
Como tantos, crecí en una casa donde ciertos
hechos, que eran noticia susurrada, se sabían. Teniendo clarísimo que no podía
comentar nada de lo que oía, a nadie, jamás. Y sospechando que había otras
cosas que ni siquiera escuchaba. Y oyendo a otros (que sí podían hablar, y vaya
si lo hacían) decir que todo eso era mentira, y que los militares sólo habían
venido a poner un poco de orden. Día tras día, semana tras semana y toda la
vida, escuchándolos, sin poder siquiera dibujar con la imaginación un gesto de
disenso.
Muchos crecimos con la fantasía difusa de que algún
día moriríamos luchando contra un régimen que se nos antojaba eterno. Bueno, no
morí, pero otros, antes y después, sí. Porque eran peligrosos, o porque a
alguien no le gustaban sus caras o sus apellidos, o por nada. En esas épocas
era todo blanco o negro; no había sutilezas como ahora, en que todo, de tan
colorido, resulta bastante igual.
La marcha atraviesa las décadas y nos recuerda que
el tiempo es una ilusión; que pasa, pero no desaparece, aunque las personas sí
lo hagan. La marcha es un viaje por el tiempo. Y por el silencio; un silencio
que hay que irse bien lejos para no escucharlo, porque en medio de tanto ruido
bobo, ese silencio te mira. Y personalmente -aclaro- lo vivo como un acto de
desprecio infinito hacia todos aquellos venenosos charlatanes, los que hablaban
porque podían, y hoy callan, porque pueden.
Guillermo Lamolle
2015: ¡BASTA YA
DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
En la exclamación que preside la marcha de 2015
leo una exigencia y la expresión de un hartazgo. Basta de refugios amurallados
donde los torturadores viven sus últimos días sin rendir cuentas. Basta ya de
un país adaptado a la injusticia y la desmemoria. Que
los que tienen la obligación de investigar lo hagan sin excusas ni discursos
oportunistas. Y que los tribunales, juzguen. Que no pierdan más tiempo del que
ya se ha perdido, porque la demora transforma la justicia en una burla.
Decir nunca más es una oración laica vacía,
rutinaria, una mera gestualidad burocrática, si no se edifica sobre la verdad,
la justicia y la reparación plenas. En 1946 Robert Jackson, uno de los fiscales
del tribunal de Nuremberg, decía que si se aceptara el argumento de la
obediencia debida que esgrimían los genocidas en su defensa, nadie sería
responsable de las atrocidades cometidas por el estado.
Inmune a décadas de reflexión sobre la ilegitimidad
de obedecer órdenes inmorales, la Suprema Corte de Justicia acaba de convalidar el
vil argumento de los nazis, al exonerar de responsabilidad al secuestrador del
maestro Julio Castro.
Enfrentando los silencios criminales y las
complicidades institucionales, junto a las madres y los familiares de detenidos
desaparecidos, marchamos este año 2015 en rebelde procesión de ciudadanos
hartos de tanta infamia.
Pablo Chargoñía
2015: ¡BASTA YA
DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"Desaparecieron la Navidad"
Extracto del libro EL DERECHO y EL REVÉS, Letraeñe
Ediciones.
Diego tenía ocho años. Vivía en
Florida. Como sus padres viajaban y trabajaban en el campo, fue criado por el
Tata y Maruja, unos vecinos de puerta, que eran su familia. Las hijas del Tata
y Maruja eran sus “hermanas”: Marianella, la menor y María Antonia, la mayor,
recién casada con Mario y recibida de médica. Cuando el golpe de Estado, María
Antonia y su esposo se fueron a vivir a Buenos Aires.
Era el año 1976, un 23 de diciembre, casi Navidad.
Diego, Marianella, el Tata y Maruja irían a Buenos Aires a visitar a María
Antonia y a Mario y pasar las fiestas con ellos. Viajaron en ómnibus de Florida
a Montevideo, y luego de Montevideo a Colonia. Estaban muy contentos. Además,
para Diego iba a ser su primera vez en un avión.
Volaron desde Colonia hasta Buenos Aires. En
Aeroparque los iban a esperar Antonia y Mario.
Diego no se despegaba de la ventanilla. Todo
lo quería ver. Era muy emocionante. El Tata llevaba consigo el regalo de
Navidad para María Antonia: una tabla de cocina, de madera, artesanal, preciosa.
La tenía envuelta en papel de regalo y como no entraba en la valija la llevaba
sobre las rodillas. Estaba contento porque iban a pasar todos juntos, en
familia, la Nochebuena y la
Navidad. Cada tanto sonreía y le guiñaba un ojo a Maruja,
golpeando los dedos sobre la tabla, suavecito, a ritmo de tambor.
Descendieron del avión, hicieron los trámites para
ingresar a Argentina, recogieron el equipaje y salieron a la sala grande el
aeropuerto. Nadie los estaba esperando.
—No los veo… –comentó el Tata, mirando para todos
lados–. Deben de haberse demorado.
Dejaron todas las valijas juntas, en el piso,
mientras miraban para aquí y para allá, buscando encontrar a María Antonia o a
Mario entre la gente que iba y venía. El Tata seguía sosteniendo el regalo bajo
al brazo. Resolvieron esperar. En aquella época no había celulares y la casa
donde vivía María Antonia tampoco tenía teléfono. Maruja y el Tata se sentaron
al lado del equipaje. Diego y Marianella caminaban de la mano, se paraban,
miraban para todos lados, volvían a donde estaban el Tata y Maruja, se
sentaban, se paraban de vuelta, caminaban otro poquito.
Diego no entendía porqué tardaban tanto. María
Antonia y Mario no llegaban.
Esperaron horas hasta que se hizo de noche. Estaban
muy cansados y nerviosos. María Antonia y Mario no llegaron.
Levantaron las valijas y salieron del aeropuerto.
En la puerta, sobre la avenida, había una fila de taxis. Tomaron uno y le
indicaron al taxista la dirección de María Antonia.
El Tata seguía con el regalo bajo el brazo. El
papel ya estaba todo arrugado. Durante el trayecto hasta la casa nadie habló.
Diego iba contra la
ventanilla. Estaba en Buenos Aires, pero no como había
soñado. Tenía hambre y estaba sudado por el calor y la humedad.
María Antonia vivía en un edificio de apartamentos,
en un piso alto. Tocaron timbre una y otra vez pero nadie les abrió. Subieron
hasta el último piso donde vivía el portero, que estaba muy asustado.
Temblando, les contó que en la madrugada anterior llegaron al edificio
militares y policías armados a guerra. Entraron en el apartamento de María
Antonia y se la llevaron a ella y a Mario. Cuando se fueron le dejaron la
llave.
El portero no paraba de hablar mientras bajaban por
el ascensor hacia al apartamento de María Antonia. El Tata entró con el portero
mientras los demás se quedaron en el pasillo. Diego miraba de costado asomando
su cabecita contra el marco de la puerta.
Estaba todo dado vuelta, como si hubieran entrado
ladrones. Veía sillas tiradas, una con la pata rota. Había ropa y libros, todo
desordenado, en el piso. Diego estaba muy, pero muy asustado. Maruja lloraba
abrazada a Marianella. Diego corrió hasta donde estaba el Tata. Le habían
robado a su hermana y lloró. ¿Por qué se iban a llevar a María Antonia? Ella
era doctora, curaba a los enfermos, ayudaba a su familia. Diego no entendía. No
se quedaron mucho en el apartamento. Se fueron enseguida a un hotel para dejar
las valijas y luego salieron a recorrer comisarías, toda la noche.
Cuando la familia llegó a la seccional de la
policía del barrio, Diego subió primero los escalones, pero el guardia sacó la
pistola y le apuntó. “¿Qué quieren? ¡No pueden entrar!” Diego se quedó
petrificado. El Tata trató de explicar que se habían llevado a su hija, que la
estaban buscando, que eran extranjeros. Los echaron de malos modos,
amenazándolos para “que no siguieran molestando”. En todos los lugares donde
fueron esa noche les contestaron lo mismo. “Acá no están. No sabemos nada.
Váyanse y dejen de preguntar”.
Regresaron al hotel, descansaron un ratito y luego
salieron otra vez a buscar. El Tata caminó todo Buenos Aires. Habló con
abogados y presentó escritos denunciando el secuestro en los juzgados. Denunció
en comisarías, recorrió hospitales y se quejó en las embajadas. Nada. Trató de ubicar
a amigos o conocidos de María Antonia, uruguayos que también vivían en Buenos
Aires. Se enteraron entonces de que la cosa era más grave y más extendida de lo
que pensaban. La misma noche en que secuestraron a María Antonia y a Mario, más
o menos a la misma hora, en distintos barrios de Buenos Aires la dictadura
secuestró a una cantidad de familias uruguayas. Entre ellas había mujeres que
estaban embarazas, en algún caso a punto de parir.
Nadie daba explicaciones. Nadie sabía nada de los
uruguayos secuestrados. Los habían desaparecido a todos. Diego recuerda dolor.
Se habían robado a su hermana. No hubo nochebuena, ni Navidad, ni regalos, ni
arbolito con luces, ni brindis. Ahí seguía la tabla de madera, preciosa,
envuelta para regalo.
También desaparecieron a la Navidad. Tata se
murió sin saber de su hija. Hay sobrevivientes que estuvieron junto con los
uruguayos secuestrados, en una cárcel secreta, donde los torturaban mucho.
Dicen que los interrogaban militares uruguayos que viajaban todas las semanas a
Buenos Aires; dicen testigos que María Antonia intentó reanimar a Mario,
desmayado, luego de un interrogatorio bajo torturas, pero que no pudo y que
Mario murió, asesinado. Nunca nadie reconoció nada, ni dio ninguna explicación.
Siguen desaparecidos.
En la ciudad de Florida, Maruja y Marianella
conservan una tabla para cocina, de madera, artesanal, preciosa. Ahora está
envuelta con los recuerdos del Tata. Esperando. Para cuando la Navidad deje de
estar desaparecida.
Óscar López Goldaracena
20.4
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
¿Es sana una sociedad donde 1 de cada 100
ciudadanos puede cometer delitos con la garantía de no pasar por un juzgado? La
respuesta a esa pregunta es unánime.
En Uruguay los delitos de lesa humanidad cometidos
entre 1973 y 1985 lograron romper esa unanimidad. ¿Cómo entenderlo? Porque hubo
gente que miró al costado y hoy tiene vergüenza, porque la máquina
propagandística convenció a cientos de uruguayos para que delataran a sus
vecinos y hoy temen poder llegar a ser juzgados, o porque muchísimos creyeron
que lo que sucedía era necesario (el 42 % votó "Sí" a la Constitución
propuesta por los militares en 1980). Y hay más opciones, incluyendo a los
civiles que se beneficiaron con la dictadura.
Tal vez un camino a transitar sea explicarle a la
gente honesta, a quienes fueron manipulados, que ante la Justicia todos debemos
ser iguales y que hay delitos que no caducan aunque pasen los siglos de los
siglos. Si eso se comprende, el sufrimiento de quienes buscan respuestas ante
la ausencia de sus seres queridos también se volverá causa nacional. Y tal vez
así nuestra sociedad avance hacia la Verdad.
Álvaro Carballo
20.5
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
La esperanza es una memoria que desea. Por eso
cada 20 de mayo miles de personas desean, marchan y exigen saber “¿Cómo pudo
suceder?”. Desde el silencio se pide a gritos: verdad y justicia.
Los familiares de detenidos desaparecidos quieren
saber la verdad, desean que sus seres queridos vuelvan a ser humanos. Y que el
Estado responda por lo que hizo.
Para la sociedad entera la búsqueda de los
detenidos desaparecidos debería ser su reverso y condición de que un día
podremos -tal vez- ser más humanos.
Marchamos porque no somos pasivos ante el dolor de
los demás. Marchamos por construir una ética de la memoria. Marchamos
por transformar a la impunidad en acontecimiento para que batalle por restituir
el horror ante la muerte, la desaparición y la violencia institucional.
También deberíamos marchar para saltar nuestra
propia sombra, desprendiéndonos del castigo como respuesta a los delitos
cometidos durante el Terrorismo de Estado. Romper con ese relato posibilitaría
visualizar las sobras del castigo que perduran en la actualidad.
Aceptar o no la violencia institucional del
presente es también aceptar la forma en cómo cargamos con nuestro pasado.
De lo contrario seguiremos exigiendo todos los 20
de mayo verdad y justicia y al mismo tiempo un sistema penal con rostro humano,
entre otras cosas.
Mauro Tomasini
20.6
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"Seguir, seguir, seguir."
Seguir, a pesar de la rabia casi permanente y de la
impotencia.
Seguir para derrotar a los dictadores cada vez que
se pueda. Cada día, cada rato.
Seguir por las viejas, por los hermanos, por los
hijos e hijas.
Seguir porque seguir. Porque es justo, porque es
obligatorio.
Seguir para no resecarnos, para no morirnos en
vida.
Seguir como homenaje a quienes no dudaron en
arriesgar su vida por nuestra libertad. Y seguir también por aquellos que ni se
imaginaban que estaban arriesgando su vida, y que la ruleta rusa de los
genocidas que se sintieron omnipotentes dictaminó que también había que
eliminarlos.
Seguir por nosotros. Seguir por los que vendrán.
Seguir por nuestro país. Y porque seguir es
condición imprescindible para cambiar el mundo.
Seguir como única forma de honrar la vida. La nuestra, pero
sobre todo la de los que no están y la de las que los siguen buscando.
Seguir por toda la verdad, toda la memoria y toda la
justicia.
Seguir luchando. Luchar para poder seguir.
Martín Couto.
20.7
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
Si esto se terminara cuando murieran todos los
involucrados, significaría que esto es una lucha del pasado. Significaría que
esto no afecta más que a la memoria de unos pocos (aunque esos pocos sean
miles). Significaría que no se trata de más que de un reclamo ético, compartible
quizás, pero sin consecuencias realmente. Significaría, en fin, que nada del
presente está en juego aquí.
Pero si este reclamo pertenece al pasado, ¿por qué
encuentra tanta resistencia en el presente? Si esta lucha es la de un mundo que
ya fue, ¿por qué al mundo que es le desagrada tanto?Si no toca ningún interés
actual, ¿por qué hay actores actuales que se oponen a ella? ¿O será, quizás,
que esta lucha es la del presente? Quizás, sólo quizás, el mundo no comenzó
hace un instante y, quizás, las injusticias y las opresiones contra las que
debemos luchar hoy se fraguaron en ese mundo que nos dicen que ya fue.
Militantes sindicales, militantes comunistas, del
Partido por la Victoria del Pueblo, del Partido Obrero Revolucionario, del Sindicato
Único de la Construcción y Afines, dirigentes de la Convención Nacional
de Trabajadores y de tantas otras organizaciones de izquierda: ni ángeles ni
demonios, sino hombres y mujeres que lucharon por un mundo mejor, por un mundo
sin explotados ni explotadores.
Ellos lucharon y ellos perdieron. Y sobre las ruinas de ese
campo de batalla se forjó el mundo en el que hoy vivimos, con sus injusticias y
sus opresiones. Debemos, por lo tanto, recordarlos. No sólo porque son nuestros
desaparecidos, y porque es justo encontrarlos. Debemos recordarlos porque su
lucha era justa, y necesita nuevos campeones.
Esteban Kreimerman
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
Si esto se terminara cuando murieran todos los
involucrados, significaría que esto es una lucha del pasado. Significaría que
esto no afecta más que a la memoria de unos pocos (aunque esos pocos sean
miles). Significaría que no se trata de más que de un reclamo ético, compartible
quizás, pero sin consecuencias realmente. Significaría, en fin, que nada del
presente está en juego aquí.
Pero si este reclamo pertenece al pasado, ¿por qué
encuentra tanta resistencia en el presente? Si esta lucha es la de un mundo que
ya fue, ¿por qué al mundo que es le desagrada tanto?Si no toca ningún interés
actual, ¿por qué hay actores actuales que se oponen a ella? ¿O será, quizás,
que esta lucha es la del presente? Quizás, sólo quizás, el mundo no comenzó
hace un instante y, quizás, las injusticias y las opresiones contra las que
debemos luchar hoy se fraguaron en ese mundo que nos dicen que ya fue.
Militantes sindicales, militantes comunistas, del
Partido por la Victoria del Pueblo, del Partido Obrero Revolucionario, del
Sindicato Único de la Construcción y Afines, dirigentes de la Convención Nacional
de Trabajadores y de tantas otras organizaciones de izquierda: ni ángeles ni
demonios, sino hombres y mujeres que lucharon por un mundo mejor, por un mundo
sin explotados ni explotadores.
Ellos lucharon y ellos perdieron. Y sobre las
ruinas de ese campo de batalla se forjó el mundo en el que hoy vivimos, con sus
injusticias y sus opresiones. Debemos, por lo tanto, recordarlos. No sólo
porque son nuestros desaparecidos, y porque es justo encontrarlos. Debemos
recordarlos porque su lucha era justa, y necesita nuevos campeones.
Esteban Kreimerman
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"20 veces 20"
Recordar es resistir. Resistir es el primer paso
para construir. No hay construcción posible sobre el olvido. Olvidar no es
solamente negar el pasado, es fundamentalmente, negar la posibilidad del
futuro.
Hace 20 años las Madres y Familiares de
Desaparecidos nos convocaron a resistir y respondimos. Desde hace 20 años el 20
de mayo es un día de resistencia.
Y es un día nuestro, lo construimos entre todas y
todos, instalamos en el calendario nacional un día de la memoria, un día de la resistencia. No lo
decidió el Estado, ni el gobierno de ningún partido, y mucho menos la necesidad
de vender y el fetichismo de la mercancía: lo construyó la decisión colectiva
de miles de resistir. Es nuestro día.
Y expresa la continuidad en el tiempo de resistir,
y esa persistencia lo que termina siendo decisivo, la permanencia en el tiempo
de la resistencia, aún en el cambio, aún con nuevas formas y nuevos
protagonistas, la persistencia en el cambio, porque resistir también es
permanecer.
La impunidad es el lado oscuro del poder, es un
recurso imprescindible del poder para ocultar los crímenes, las ilegalidades,
los abusos, las aberraciones que debe hacer para perpetuarse. Necesita a la
mentira, se alimenta de la mentira y del ocultamiento y su instrumento
privilegiado es el miedo.
Los crímenes de lesa humanidad que cometió el
Terrorismo de Estado en Uruguay y en todo el continente tuvieron como objetivo
el sometimiento, mantener el status quo, frenar el proceso popular de
emancipación, limitar los espacios de libertad. Y esos siguen siendo los mismos
objetivos de la impunidad.
La impunidad es un veneno para la sociedad, para
todas y todos los uruguayos, hace perdurar la mentira y el miedo.
Todos los avances conquistados, que son muchos, son
fruto de la decisión de no rendirse, de vencer todos los obstáculos, de
levantarse tras cada caída y de hacerlo, juntando gente, construyendo verdad,
tejiendo redes de solidaridad.
El 20 de mayo de 1976 fueron asesinados en Buenos
Aires Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz,
Rosario Barredo y Willian Whitelaw y desaparecido Manuel Liberoff. Hace 20 años
salimos a la calle en esa fecha para expresar nuestra voluntad colectiva de no
rendirnos, de no olvidar, de no entregarnos, de no resignarnos a un país y a
una sociedad presos de la mentira y el miedo.
Cada 20 de mayo decenas de miles, en todo el país,
reafirmamos ese compromiso. Marchan con nosotros “Tota” Quinteros, Luz
Ibarburu, María Esther, todas las madres y familiares, todas. Este año estará
más que nunca Luisa y su ejemplo.
Y también marchan los que pintaban las paredes en
dictadura reclamando la libertad de los presos, los que organizaron sindicatos
y gremios estudiantiles, los que resistieron en las cárceles y las cámaras de
tortura, los que salieron y dijeron la verdad, los que en el exilio dijeron la
verdad, los que se organizaron y dijeron la verdad, los y las que lucharon y
luchan y no se rindieron y no se rendirán jamás.
El poder defiende la impunidad, con mentira y con
miedo, con silencio, promoviendo la indiferencia y el individualismo. Nosotras
y nosotros, defendemos la justicia, con la verdad y resistiendo, y nos juntamos
y transformamos nuestro silencio en lucha colectiva.
El 20 de mayo es un día de verdad, de memoria, es
un día de lucha. Porque no nos resignamos: Basta ya de impunidad, Verdad y Justicia. No pedimos más, pero no nos
conformamos con un milímetro menos.
León Gieco lo dice maravillosamente: “la memoria siempre va a
salvar, a los pueblos que la lleven consigo a caminar, libre como el viento”.
Eso es el 20 de mayo.
Gabriel Mazzarovich
20.10
2015: ¡BASTA YA DE IMPUNIDAD! VERDAD Y JUSTICIA
"20 marchas del silencio"
Durante muchos años en Uruguay se pretendió ocultar
los terribles hechos ocurridos en el período de la dictadura. Pero la
verdad comenzó a conocerse a través de relatos y denuncias. Desde entonces ya
no fue posible seguir negando que durante todos esos años se violaron
masivamente los derechos humanos. Ese avasallamiento de los derechos humanos se
tradujo en la destitución de muchísimas personas, la persecución y el exilio de
cientos de uruguayos; las masivas detenciones donde la tortura era un método
habitual. Sucedieron muertes en prisión y desapariciones, secuestros de niños y
su entrega ilegítima a otras familias, etc. Esto fue el terrorismo de un Estado
que abandonó su deber de ser protector de los derechos humanos para
transformarse en su principal agresor.
A lo largo de los años transcurridos desde el cese
de la dictadura, hemos vivido un Estado que inicialmente ignoró toda referencia
a aquellos años, luego intentó eludir su responsabilidad y finalmente aceptó el
abordaje a los reclamos permanentes dando algunas respuestas largamente
reclamadas.
Sin embargo, las acciones estatales han sido
limitadas, desplegadas exclusivamente por impulso de quienes sostienen el
interés en saber la verdad y reclaman justicia. Muchos de los diversos órganos
del Estado no muestran un sostenido y uniforme interés en el derecho a la
verdad y en su cumplimiento.
Cesada la criminalidad estatal, debe ser el mismo
Estado quien reestablezca su rol de promotor y garante de los derechos
individuales, asumiendo la responsabilidad por las ilegítimas actuaciones
anteriores. En este sentido, su función debe ser inequívoca hacia la reparación
del daño causado. Pero también hacia la investigación de los hechos
acompañando, e incluso sustituyendo, a las víctimas en las denuncias de las
vulneraciones sufridas.
Cuando el Estado mira para el costado ante la
existencia indudable de tal grado de violaciones se empobrece como Estado.
Porque deja de cumplir con su obligación esencial de ser garante y protector de
los derechos de las personas que lo integran.
Cuando el Estado se esconde tras excusas para
evitar investigar, alegando que no hay información, o que no la encuentra, o
que no se la proporcionan, ese Estado perpetúa la vulneración de derechos que
sufrieron las víctimas al negarles el acceso a la verdad.
Cuando el Estado no informa a la sociedad en forma
completa sobre cómo, cuándo, dónde, por qué, quien o quienes llevaron adelante
tales crímenes está tergiversando la historia, privándole a las víctimas, a sus
familiares y a la sociedad conocer lo ocurrido, impidiéndoles comprender el
presente y comprometiendo el futuro de las siguientes generaciones ante la
posible reiteración de tales vulneraciones.
Cuando el Estado decide hasta qué momento se
investiga, limita las debidas reparaciones, demora la atribución de
responsabilidades y cuestiona las sanciones a aplicar, vuelve a lesionar a las
víctimas y a sus familiares porque les niega una legítima justicia.
No solo las víctimas sino también la sociedad en su conjunto
tienen derecho a saber la verdad.
El derecho a la verdad se erige como obligación del
Estado de investigar las graves violaciones determinando los hechos que dieron
lugar a las mismas, saber quiénes las cometieron, establecer responsabilidades
y sanciones. Debe permitir el acceso a la información de lo ocurrido a las
víctimas y a la sociedad en general.
El Estado debe proporcionar un recurso judicial
sencillo, rápido y efectivo para el esclarecimiento de tales crímenes. Debe
adoptar una actitud proactiva en la búsqueda y aportación de las pruebas
necesarias para cumplir con la investigación evitando todo acto que obstaculice
el proceso que permita llegar a conocer lo sucedido.
En estos veinte años, cada 20 de mayo se reclama,
precisamente, la vigencia plena de ese derecho. En cada marcha, el silencio
señala las respuestas que siguen faltando, donde el Estado sigue siendo quien
debe darlas.
Cristina Fernández